Incumplimientos en el Parlament

Del "desconocimiento" a la "cultura política": los motivos por los que los diputados no publican sus reuniones

Los expertos consultados apuntan que la poca consciencia sobre qué es un 'lobbie' y el hecho de que no se apliquen sanciones juega en contra de la transparencia

La vicepresidenta primera del Parlament, Alba Vergés, junto a la vicepresidenta segunda, Assumpta Escarp

La vicepresidenta primera del Parlament, Alba Vergés, junto a la vicepresidenta segunda, Assumpta Escarp / KIKE RINCÓN / EUROPA PRESS

Sara González

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¿Por qué publican su agenda de reuniones los diputados del Parlament si están obligados a ello? ¿Es una cuestión de falta de disciplina y de fiscalización, es vocación de ostracismo o hay otros elementos que favorecen ese incumplimiento? Los expertos consultados por EL PERIÓDICO apuntan a cuatro elementos clave como respuesta: una falta de cultura política, el "desconocimiento" y la confusión sobre qué es un 'lobbie' y cómo actúa, el hecho de que la falta de transparencia no tenga consecuencias y el sistema electoral, en el que tienen pesos los grupos parlamentarios y no el diputado de forma individual.

Una cuestión de "cultura política"

Lo que pasa en el Parlament de Catalunya no es un hecho aislado en el Estado y sería impensable que esta situación se diera, por ejemplo, en países como Reino Unido. "Somos más laxos porque nuestra cultura política no tiene el desarrollo de otros países", argumenta Paola Cannata, politóloga y responsable de estrategia y alianza de Political Watch, que considera necesario que el papel de los 'lobbies' se regule porque eso beneficiaría tanto a esos grupos de interés como a los responsables políticos. "Forma parte del juego democrático del poder y la influencia que se haga de forma transparente y no opaca", sostiene. De hecho, tomando como ejemplo el Reino Unido, el politólogo y profesor de la UPF Toni Rodon apunta que allí los electos "lo reportan todo", incluso cuando reciben un regalo o son invitados a una comida.

El politólogo y profesor en la universidad Carlos III de Madrid Pablo Simón añade que la transparencia implica asumir que hay que rendir cuentas ante el electorado y que ese electorado se enfade si no se produce un comportamiento ejemplar. "Esto aquí no pasa, no se sale a la calle por polémicas sobre las dietas de los diputados como sí hacen los británicos. Cuando no hay buenas costumbres necesitas buenas leyes", sostiene.

Un sistema con poco rendimiento de cuentas

Que no haya esa necesidad de rendir cuentas está vinculado al sistema electoral de listas cerradas, en los que es el grupo parlamentario y no el diputado quien tiene el foco. "Reportar la agenda debería ser una manera de enseñar que has trabajado", sostiene Rodon. Sin embargo, las reuniones con los grupos de interés aquí, a diferencia de otros países, tiene una "connotación negativa" porque se interpreta como exhibir quién influye en la toma de decisiones. "Un diputado en nuestro modelo está desarmado, no puede plantear una iniciativa o pregunta sin tener la firma del jefe de grupo.

La rendición de cuentas que hace es ante el partido", argumenta Simón, que añade que también es necesaria "más cualificación técnica" en las cámaras legislativas para que los electos tengan más herramientas a la hora de gestionar las presiones externas. En todo caso, apunta que se tienden a desarrollar normativas de control sobre los parlamentos cuando, en realidad, el margen de los diputados para influir "es muy limitado" y los 'lobbies' inciden, especialmente, en el poder ejecutivo y en la administración pública.

¿Pero, qué es un 'lobbie'?

Una de las principales dificultades es la falta de comprensión de qué es un 'lobbie' y el hecho de que se trata, explica Cannata, de una palabra "muy denostada" porque el imaginario colectivo los asocia a grandes corporaciones con voluntades oscuras y no a finalidades que pueden ser nobles. "El ejercicio del poder y la influencia no puede quedar acotado solo a las grandes corporaciones, existen también muchos intereses sociales y todos los actores deben estar presentes", defiende la politóloga, que entiende que regular las relaciones de la diversidad de intereses abre el abanico de la participación en las tomas de decisiones y que es necesario explicar ese funcionamiento a la ciudadanía.

"Por pequeño que sea, un grupo que tiene interés en, por ejemplo, potenciar la bicicleta, también busca influir", relata el politólogo de la UPF. Simón incluso se muestra partidario de desbancar la palabra 'lobbie' y aportar por el concepto 'grupo de interés': "Sería útil. Hay que entender que las organizaciones ciudadanas o las ONG también empujan su propia agenda".

Sin sanciones no hay disciplina

Con este magma de razones asociadas a la cultura política, los politólogos concluyen que, si no hay fiscalización y no se aplican sanciones, aún es más difícil que haya disciplina. "La ley catalana de transparencia es un espejo donde mirarse, pero la ley no basta por sí sola, tiene que tener mecanismos para ser efectiva y desarrollada", concluye Paola Cannata.

También Rodon apunta a una falta de monitorización que, según Simón, se agrava porque los parlamentos son soberanos a la hora de aplicar su propio régimen sancionador a través de una comisión interna. "Si hay un pacto tácito de suspensión de aplicación de la ley y todos están de acuerdo en el fondo...", deja caer. Una manera de resumir que, sin un elemento disuasorio eficaz, será difícil atajar la falta de transparencia de las agendas.

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