EL ANÁLISIS
Garamendi: gestos que son gestas | Videocomentario de Verónica Fumanal
Es la CEOE quien tiene un plus de reconocimiento con la reforma laboral, porque sabe que las críticas vendrán de los más cercanos, no por el fondo del acuerdo, sino por el hecho del acuerdo
En tiempos de polarización, son verdaderamente extraños los gestos de generosidad en pro del bien común, y, por lo tanto, aquellos que huimos de la política (y la vida) dicotómica debemos ser los primeros en reconocer los gestos que en esta era de la radicalización se convierten en gestas. En los próximos días se firmará un acuerdo entre el Gobierno, sindicatos y la patronal, en la que esta última tiene, si cabe, más mérito que las demás. Me explico. Desde que en 1980 se acordara entre los mismos actores el Estatuto de los trabajadores, ningún Gobierno había sido capaz de hacer del diálogo social un verdadero marco de negociación. Los gobiernos de izquierdas pactaban la reforma laboral con los sindicatos. Cuando llegaban los gobiernos de derechas pactaban la contrarreforma con la patronal. Por lo tanto, es la CEOE, con Antonio Garamendi liderando, quien tiene un plus de reconocimiento en este asunto, porque sabe que las críticas vendrán de los más cercanos, no por el fondo del acuerdo, sino por el hecho del acuerdo.
La CEOE tiene como objetivo representar los intereses de la patronal, pero es bien conocido que siempre ha tenido un sesgo conservador. Esto hace que sea percibida por la sociedad como un satélite más del universo de los partidos de derechas, es decir, del PP. Del mismo modo, los sindicatos se ven como instrumentos de presión de la izquierda, como nos ha recordado Isabel Díaz Ayuso en sus lamentables declaraciones sobre el supuesto boicot de la atención primaria al Gobierno de Madrid. Por eso, el PP está tan descolocado con la estrategia Garamendi, que según sus palabras se resume así: “Yo tengo que trabajar con el Gobierno que legítimamente ha elegido el pueblo español”. Esta frase es revolucionaria en estas circunstancias, en un país con una cultura democrática más consolidada sería una obviedad.
El enfado de la derecha
Y, para muestra, el cabreo monumental del PP y de los medios de comunicación conservadores con el acuerdo alcanzado para la reforma laboral. En lugar de poner en valor la capacidad de la CEOE y de Antonio Garamendi de poner en cintura al Gobierno “más radical y socialcomunista” alcanzando una reforma moderada, se dedican a deslegitimarlo intentando iniciar una supuesta rebelión dentro de la organización y contando sus días al frente de la CEOE. La irresponsabilidad a la que nos tienen acostumbrados. Hay que recordar que cuando la patronal, cuya única voluntad es que haya paz social para que los negocios y las inversiones prosperen, apoyó los indultos a los líderes del 'procés' como medida de apaciguamiento, Casado les acusó de “no representar a nadie” y de ser “una platea subvencionada”. Así se diría que la cercanía del PP a la patronal no resulta de una conjunción de intereses sobre doctrinas económicas, sino en función del seguidismo a las doctrinas del partido en general contra la izquierda.
Noticias relacionadasEl liderazgo se demuestra en momentos de adversidad, siendo leal a uno mismo y sus principios, no dejándose arrastrar por el cortoplacismo. A Antonio Garamendi le ha tocado negociar con el primer Gobierno de coalición entre PSOE y UP, yo diría que no es poco. Su estilo se basa en el pragmatismo de conseguir el mejor acuerdo posible para la organización a la que representa. En la negociación de la reforma laboral por supuesto que no ha conseguido todo lo que el empresariado querría, pero sí algo fundamental para los suyos: “dar libertad a la empresa, seguridad jurídica y paz social”, como afirmó en una entrevista en COPE.
Por cierto, este estilo pragmático y de resultados, tan vasco, también define al secretario General de CCOO, Unai Sordo. Dos líderes de la mesa del diálogo social, seguramente muy alejados en cuanto a sus posicionamientos ideológicos, pero dispuestos a tener la valentía de saber negociar respetando al adversario, sin vivir las renuncias como una traición, sino como el mejor ejemplo de lo que debería ser la política.
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