La endiablada investidura

Debate interno en Junts ante el abismo de una posible repetición de elecciones

El cabreo con ERC es mayoritario, pero también hay autocrítica por la estrategia negociadora de la formación

La candidata de JxCat a las elecciones del 14-F, Laura Borràs

Fidel Masreal

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Un punto en común recorre Junts per Catalunya: no van a conceder fácilmente los 4 votos que necesita Pere Aragonès para ser investido 'president'. Pero más allá de esta convicción, el partido del 'expresident' Carles Puigdemont vive discretamente reflexiones internas muy dispares sobre los motivos que pueden llevar a la política catalana al borde de unas nuevas elecciones. La diversidad interna de esta formación (en la que conviven exconvergentes, liberales, socialdemócratas, cargos mediáticos y personas desconocedoras de la vida de partido, entre otros) se está empezando a mostrar en toda su crudeza a medida que se acercan horas decisivas.

Por un lado están los que hacen autocrítica y admiten en privado que el divorcio actual con ERC es fruto de errores de ambas partes. Asumen, por ejemplo, que se podría haber actuado de forma distinta. En este sentido, se formulan reflexiones relativas a la tardanza a la hora de concretar acuerdos programáticos y estratégicos con los republicanos.

Los discípulos de Convergència

En este sector se encuentran dirigentes cercanos a la antigua CDC que tienen claro que no hay que tirar la toalla de un acuerdo, porque Junts no se puede permitir el lujo de quedar fuera del Govern. Esta opinión la ha expresado, con cierta sordina, el 'conseller' de Territori y exdirigente de CDC y del PDECat, Damià Calvet, y es compartida por otros cuadros. Responden a quienes prefieren quedar fuera del Ejecutivo porque, según este sector, desconocen qué implica gobernar o no gobernar.

Los dirigentes procedentes de la antigua CDC son los más partidarios de que Junts esté en el Govern

Los que opinan de este modo confían en una última cumbre entre Jordi Sànchez y Aragonès, secretario general de Junts y presidenciable de ERC, respectivamente, para lograr un pacto. Un pacto, añaden algunos, que ha de ser tan malo para Junts como sea necesario, siempre que sea pacto, porque si ERC rompe la baraja y gobierna en solitario, el soberanismo entra en otra dimensión.

En cuanto a la autocrítica, se admite también que cuando Jordi Sànchez prometió que no especularía con las elecciones, inició la negociación con una mano atada a la espalda. La autocrítica también tiene que ver con que el contexto social y económico no es precisamente favorable a alargar tanto las negociaciones.

Los que no temen a las elecciones

Pero mientras en Junts los hay que ven las elecciones como algo a evitar sí o sí, otros creen que las bases del partido, al ser consultadas, dirán 'no' a ceder ni cuatro ni un solo voto a Aragonès, sobre todo si es a cambio de nada. Son estos los que opinan que están decididos a pasar a la oposición antes de participar indirectamente en una operación para un Govern de izquierdas y no independentista, según lo definen.

La decisión sobre qué proponer a las bases en la consulta interna todavía no está tomada a la espera de un milagro

Son también los que sostienen que los partidarios de estar sí o sí en el Govern son minoría. Y que creen que en la jugada de ERC pueden participar no solo los 'comuns', sino también el PSC. Es más, creen que tras las elecciones de Madrid puede haber habido pactos tácitos entre el PSOE y los republicanos. Y por todo ello, sin rubor afirman que "si tiene que haber elecciones, que lo decida la militancia". Es decir que la repetición de elecciones está en manos de 6.400 personas.

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