Negociaciones encalladas
ERC y JxCat se atrincheran en el pulso por liderar el 'procés' y alejan la investidura
Los republicanos acceden a aupar a Madaula al Parlament como gesto de "generosidad" para desbrozar el diálogo
Los posconvergentes vetan los intentos de Esquerra de negociar en paralelo la estructura de Govern y el rol del Consell per la República
Xabi Barrena
Periodista
Periodista de la sección de Política
No hay avances. El retorno a la mesa de negociación de la investidura de Pere Aragonès tras el paréntesis vacacional de Semana Santa no ha ido acompañado de un cambio de inercia y ello provoca que las conversaciones se dilaten sin que se obtengan resultados palpables. La confianza en que tras hacer caer del caballo al candidato de ERC en la primera doble votación se lograría una velocidad de crucero han resultado, por el momento, una pura expresión de deseo, especialmente de ERC y de los sectores de JxCat que abogan por el acuerdo.
La máxima expresión de lo embarrancadas que están las conversaciones es la misma temática que, aún hoy, centra el debate: quién y cómo dirigirá la estrategia para alcanzar la independencia. Un asunto sobre el que ambas partes apenas se han movido en lo esencial. Y esto es que unos, los posconvergentes, defienden que el liderazgo debe orbitar alrededor del actual Consell per la República (CxR), y los otros, los republicanos, que sin entrar en hacer cuestión del nombre, sí piden que sea un órgano mucho más transversal que esa entidad creada por Carles Puigdemont.
Sin contar que, cada día que pasa, el fango se hace más espeso. Verbigracia, con la campaña de promoción del 'DNI' del Consell per la República, que ha incluido múltiples declaraciones de Toni Comín (ex de ERC y hoy en JxCat) que no han gustado a los republicanos, Esquerra cree que ha quedado demostrado que la entidad era, sobre todo, un órgano del partido fundado por Puigdemont.
Executiu sin estructura
Pero la discusión sobre ese liderazgo ocupa toda la escena. Aún no se ha empezado a hablar de la estructura del futuro Govern. Y los republicanos temen hallarse, en pocas semanas, ante un escenario que, por ejemplo, la CUP ya ha denunciado más de una vez: el enroque posconvergente hasta las últimas horas para forzar un pacto in extremis con muchas concesiones. Y Junts tiene en la cabeza todas las ganancias que obtuvo ERC en el pacto de 2017 y ahora pretende un acuerdo-espejo que deje en sus manos, por ejemplo, desde la Conselleria d'Economia a la de Salut.
Es por ello que, desde el inicio de las conversaciones, Esquerra ha propuesto dividir la mesa de negociación en dos subpartes que discurran en paralelo. En una se abordaría el liderazgo del ‘procés’ y en la otra, las cuestiones sobre el futuro Govern, desde la estructura al programa de gobierno. La idea ha sido en vano.
La guerra de posiciones o trincheras, con todo, ya ha tenido el primer efecto de desgaste. Aunque los republicanos tenían claro que acabarían por votar a Aurora Madaula como secretaria segunda de la Mesa del Parlament, en sustitución del defenestrado, por tibio, Jaume Alonso-Cuevillas, trataron, a inicios de semana, de tejer una estrategia de tensión con JxCat. Esta pasaba por no dar por designada a Madaula, dejar su apoyo en suspenso y hacer visible que si Laura Borràs es presidenta del Parlament, es porque hay un acuerdo marco entre independentistas que debe aplicarse, asimismo, al líder extramuros republicano.
Cesión por "generosidad"
ERC, finalmente, no llegó a final de semana con esta táctica y este viernes ya dió el ‘sí’ a Madaula. Fuentes republicanas apuntan que se trata de “un gesto de generosidad” con el que tratan de diluir el barro que encalla la negociación. En algunas voces del partido cunde la estupefacción, porque sienten que ese barro no es fruto tanto de una oposición ideológica, sino que obedece a que JxCat “no quiere avanzar”.
El por qué, manifiestan conocedores de las conversaciones, es el grado de tensión interna en el partido de Puigdemont. Cabe recordar que el secretario general de Junts, Jordi Sànchez, ya ha anunciado que habrá un ‘sí’ a Aragonès y, por tanto, la amenaza se basa en si entran o no en el Executiu o dejan a los republicanos a solas con la CUP. El talón de Aquiles de esa táctica posconvergente es que Junts, un partido de nuevo cuño sin una gran base municipal, en gran parte en manos del PDECat, tendría que maniobrar en un futuro sin la holgura económica que supone tener a su cúpula a sueldo del erario. Una situación que podría acabar afectando, en segunda derivada, al propio Puigdemont.
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