Cita con las urnas
14-F en el Priorat, una burbuja de doble filo
No están las elecciones en boca de los vecinos de la comarca, famosa por sus vinos, sino la pandemia. Cansados de unos políticos que, dicen, no cumplen las promesas, se sienten tratados como ciudadanos de segunda ante la falta de ayudas y los deficientes servicios. Una sensación que los estragos del covid y fenómenos climatológicos como el Filomena o el Gloria han acentuado
Anna Abella
Periodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
Anna Abella
Una fina lluvia cae sobre Falset, capital de la comarca del Priorat, pero ese agua que tanto beneficia a esta seca tierra no impide a Lola, de 88 años, ir a comprar el pan a la Fleca Pedret, junto a Carme, que la ayuda en casa. “Estamos preocupadas por la pandemia. Todo se ve muy negro”. Un centenar de metros más allá, una clienta entra en la farmacia de la plaza de la Quartera. Intranquila: “¿Ya sabéis que ha habido un brote en el instituto?”. “A la gente le preocupa el covid, no las elecciones” -confirma Mireia, la farmacéutica-. Yo no votaré. No entiendo que con tantas prohibiciones te dejen ir a mítines y a votar incluso si tienes el virus, ni que se dediquen tantos medios a montar unas elecciones cuando aquí, por ejemplo, hay muchas cosas que arreglar. Nosotros también pagamos impuestos”. Y desgrana una lista de reclamaciones a los políticos que coinciden, casi palabra por palabra, con la de muchos vecinos de esta comarca de 23 pequeños pueblos que rondan los 200 habitantes. Un Priorat cuyos preciados vinos con DOC (Denominación de Origen Calificada) han atraído un turismo de calidad -ahora ausente con los confinamientos-, que vive mayoritariamente de la agricultura –viñedos y olivos -, pero que sigue, aseguran, muy olvidado por las administraciones.
“Es triste que cuando hay situaciones como la pandemia, el temporal Gloria de hace un año o la nevada de este enero con el Filomena, parece que seamos ciudadanos de segunda o de tercera”, lamenta Xavier Gràcia, que tampoco ve bien que se celebren ahora estas elecciones. Él se instaló en la comarca, la tierra de sus abuelos, con 19 años y ahora, con 42, además de dedicarse a la enología es presidente del Consell Comarcal del Priorat y alcalde de Gratallops (unos 200 habitantes y 25 bodegas, entre ellas la de Álvaro Palacios).
“Con el cambio climático cada vez nos afectan más los fenómenos extremos, pero hay cosas básicas que fallan continuamente, como internet. Basta un poco de viento o lluvia para que se vaya la luz o el teléfono. Falta una red de fibra”, explica Gràcia, que añade a la lista el deficiente mantenimiento de las estrechas y sinuosas carreteras. Así, la nevada dejó incomunicados y hasta 20 horas sin suministro eléctrico a algunos pueblos. Sin una buena red de internet, el teletrabajo se complica y dificulta el atraer nuevos vecinos para evitar la despoblación de una zona rural donde “el 60% son gente mayor y los jóvenes se van fuera porque hay pocas opciones de trabajo que no sean ligadas a la agricultura”. Se necesita también, añade, “una política de vivienda porque la especulación ha disparado los precios”.
Promesas que no se cumplen
A 15 kilómetros de Falset, en La Vilella Baixa, que Josep Maria Espinàs bautizó como “la Nueva York del Priorat” y que Eduard Punset eligió para pasar sus últimos años, su alcalde y lampista, Dani Siuraneta, opina que “la gente aquí está muy cansada de la política y de los políticos, que prometen pero no cumplen”. Coincide con las reclamaciones de Gràcia y recuerda que tuvieron que ser los propios vecinos y los payeses con sus tractores quienes limpiaron calles y carreteras de nieve. “Con el Filomena, el Govern nos ha prometido ayudas, pero aún no ha llegado la subvención que nos prometieron con el Gloria. Muchos caminos necesarios para la agricultura siguen destrozados porque los ayuntamientos no tenemos suficiente dinero para arreglarlos”.
Polémico confinamiento
También Enric Sabaté oye a diario cómo hablan del coronavirus, pero apenas de las elecciones, los feligreses que acuden a Cal Centro, cuarta generación del negocio familiar de charcutería artesana en La Vilella Baixa, que sirve género a restaurantes y casas rurales de la zona, “muchos cerrados o bajo mínimos por el confinamiento municipal, y ahora comarcal, que aquí nadie entiende”. Lo recalca, a punto de jubilarse, Jordi Sabaté (un apellido común en el Priorat): “No tiene sentido que se apliquen las mismas normativas hechas con mentalidad urbanita a Barcelona que a estos pueblos, que son burbujas por sí mismas. La gente necesita desplazarse como mínimo a Falset porque hay muchos servicios que los municipios no tienen: gasolina, el banco, tiendas…”. “Es absurdo. Hay gente que tiene el huerto o la plantación en otro municipio”, señala Siuraneta. “No todas las comarcas son iguales y aquí la densidad de población es muchísimo menor”, añade Gràcia.
Uno de los restaurantes que se han visto obligados a cerrar estos días es el pequeño y exquisito Brots, en Poboleda, a pocos quilómetros de la Cartoixa de Scala Dei, cobijada bajo la sierra del Montsant, parque natural. Lo pilota el chef belga Pieter Truyts, que se instaló en la comarca tras transitar por varios estrellas Michelin. Ahora tiene a sus tres trabajadores en erte. “Yo no puedo votar porque soy extranjero, pero mi mujer, que es enóloga en una bodega de Gratallops, sí irá. Sirve para dar tu opinión y valorar la mala gestión que se ha hecho, sobre todo desde Salut y Treball. Y aún no hemos cobrado las ayudas que pedimos. Solo importa la foto con la primera vacuna”.
Red espontánea de voluntarios
Vacuna que aquí se preguntan cuándo llegará. “Hay muchos ancianos y también pagamos la Seguridad Social”, señala Enric Sabaté. Solo hay un CAP en Falset. En los pueblos, un médico va dos días a la semana a pasar consulta. “Pero desde Navidad, y con la nevada, no ha venido. Hay analíticas pedidas hace más de un mes que se han hecho esta semana”, explica en el café de La Vilella Núria Durán, trabajadora social en el CAP de Salou, a 50 minutos en coche. Hay mucha gente mayor que necesita ayuda a domicilio pero, por suerte, revela, “se ha tejido una red espontánea de voluntarios que se prestan a ayudar en lo que haga falta”. Lo confirman Siuraneta y Gràcia, que desde hace casi un año llaman a los ancianos que viven solos y a personas de riesgo para controlar que estén bien o llevarles comida y medicinas si lo necesitan.
“Vuelvo a casa con miedo porque en la residencia de Salou ha habido más de 20 muertos por covid –admite Durán-. Y La Vilella es como una burbuja, casi no ha habido ningún caso”. Como en el resto del Priorat, a excepción del brote en la residencia de Falset (40 muertos). Una burbuja en lo sanitario, que espera no seguir siéndolo en lo socioeconómico.
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