LOS ENTRESIJOS DE LA NUEVA DIPUTACIÓN DE BARCELONA

Y Puigdemont no se mojó

Núria Marín  presidenta de la Diputación de Barcelona

Núria Marín presidenta de la Diputación de Barcelona / periodico

Fidel Masreal / Xabi Barrena

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Desde que en el 2015 CDC y ERC suscribieran el pacto para dar a luz a Junts pel Sí, que incluía un acuerdo en la Diputación de Barcelona, ERC ha dado muestras más que evidentes de su voluntad de marcar su propio rumbo. Y en este contexto hay que enmarcar la decisión de los posconvergentes de pactar con el PSC y no con ERC en la Diputación. Es un pacto que, según admiten en privado dirigentes conocedores de la operación, lleva semanas forjándose de forma discreta.

Cuando el viernes 5 de julio se dio luz a este acuerdo, todo lo que sucedería posteriormente formó parte de la batalla por el relato y por la culpabilidad. Una batalla para la que, a diferencia de otras veces, ERC sí estaba preparada, como demuestra su salida en tromba con la que ha logrado imponer su visión en el electorado independentista.

Que el ‘conseller’ Damià Calvet retara a ERC a dar marcha atrás en los pactos locales que han perjudicado a JxCat no esconde que muy pocos cargos locales posconvergentes creyeran en la viabilidad real de esta propuesta. También los republicanos tenían claro que su gesticulación no conmovería a los posconvergentes. Por eso dirigieron sus aspavientos hacia el público secesionista.

Falta de cohesión

En esta crisis se ha evidenciado de nuevo la falta de cohesión del espacio posconvergente. El ‘president’ Quim Torra y la ‘consellera’ de Presidència, Meritxell Budó, estaban claramente a favor de deshacer el acuerdo con los socialistas. El propio Torra admitía en el Parlament el miércoles las contradicciones internas del soberanismo; no en vano suya es la frase de que existen pactos “no aceptables”.

Y el papel del ‘expresident’ Puigdemont ha sido muy significativo. No ha bendecido en ningún momento la alianza, pero ha medido sus fuerzas: sabe que el PDEcat no está en condiciones de perder más poder institucional, y menos en beneficio de ERC. Y sabe que si planteaba un pulso a la sala de máquinas del partido, esta vez podría perderlo.

Para tomar la decisión final se reunió, ‘in extremis’, la cúpula del partido. Fue el jueves a primera hora de la mañana en el Parlament. No estaba Torra y sí Puigdemont por videoconferencia. No fue el ‘expresident’ el más crítico con la alianza con el PSC. Lo que hizo fue coquetear con argumentos favorables y contrarios. Una vez se ratificó el pacto sellado días antes con los socialistas, este se hizo llegar a Torra, al que acudieron algunos a ver mientras se anunciaba a ERC la decisión definitiva.

En esta ocasión,  la mayoría de las bases territoriales posconvergentes han aplaudido la decisión. Una decisión ratificada en un discurso cien por cien convergente del representante en el pleno de la Diputación.

Solo este viernes, el ‘expresident’ –que usa Twitter de forma muy asidua- ha lanzado dos ideas: la de hacer una “reflexión profunda” y “tomar decisiones”. No dice cuales. Pero la reflexión está clara: entre los pactistas y moderados posconvergentes que ven en el pacto de este jueves el regreso a la centralidad y la moderación, y los que como Puigdemont quieren mantener viva la estrategia de la confrontación con el Estado.