AYUNTAMIENTO DE BARCELONA
Un alcalde de Esquerra cada 80 años
Ernest Maragall, en una campaña en la que, cosas del cainismo 'indepe', Elsa Artadi tuvo el mal gusto de echarle en cara su edad, puede que haya jubilado a Ada Colau. Ha sido a las 23.22 horas de la noche cuando, tras una carrera de caracoles (¡menudo recuento!), la candidatura de ERC se ha situado por delante, no en escaños, solo en votos. Vamos, que para las crónicas queda escrito hasta la hora en que las puertas de la alcaldía de Barcelona se han vuelto a abrir para Esquerra desde que el 26 de enero de 1939 Hilari Salvadó tuviera que huir de la ciudad cuando las tropas del general Yagüe ya entraban por la Diagonal. Salvadó, dicho sea de paso, era un tipo ejemplar, el alcalde que gestionó como pudo la ciudad bajo las bombas y, a más a más, llena a rebosar de refugiados. Cuando se fue, hasta tuvo el gesto de dejar constancia de que no se llevaba nada de la caja de caudales del ayuntamiento.
Para Esquerra, la victoria, por mucho que las encuestas no lo descartaran, es lo inimaginado hasta hace bien poco. Otro Maragall será alcalde. Qué equivocados estaban quienes creían que Ernest, 'Tete' cuando gobernaba mano a mano con Pasqual, iba a terminar la noche electoral más noqueado que la vaca 'cega' del abuelo de la saga de este apellido, víctima de las pedradas de esas candidaturas también independentistas que, por unos puñados de votos, podían haberle dejado por detrás de Colau.
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La historia reciente del independentismo catalán está, y esto se dice poco, extraña y estrechamente relacionada con un movimiento arquitectónico de nombre muy oportuno para los tiempos que corren, en alemán, 'sezession', muy fácil de traducir: secesión. Es a la corriente a la que pertenece la sede de la Conselleria d'Economia, donde comenzó, según se pretende demostrar en el Tribunal Supremo, la rebelión catalana, y es también secesionista la fachada de la Estació del Nord, obra de Demetrio Ribes, donde Esquerra le ha cogido gusto a pasar las noches electorales, como este 26 de mayo, en la que el caracol de Esquerra, pese a partir en los primeros compases del recuento con notable retraso, ha comenzado a dar síntomas de que olía la lechuga cuando ya se habían contado la mitad de los votos. La nave central de la estación, un lugar sin vías, que fácilmente puede parecer desangelado, ha cogido temperatura cuando la victoria ya parecía irreversible. Se ha llenado. Educadamente. Se ha aplaudido a Colau cuando, por la pantalla de televisión, se la ha visto comparecer para felicitar a Esquerra.
Ernest Maragall será el próximo alcalde de Barcelona con, eso sí, poco más de 155.000 votos en una ciudad de 1,6 millones de habitantes. Colau lo fue en el 2015 con solo 176.000 votos. Es solo un dato, escrito aquí sin animo de desmerecer lo meritorio, que 80 años después, Esquerra retorna al despacho de la alcaldía de Barcelona.
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