JUICIO AL 'PROCÉS'

La mediación estéril de Urkullu

Urkullu declara en el Supremo

Urkullu declara en el Supremo / periodico

Daniel G. Sastre

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Hasta ahora, casi nadie había asumido la responsabilidad de sus actos en el juicio al ‘procés’. La mayoría de los ‘exconsellers’ quitaron trascendencia al referéndum del 1 de octubre y rebajaron la declaración de independencia a la categoría de simbólica, y Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría se desvincularon del operativo policial que causó estragos entre los votantes del referéndum. Y este jueves Juan Ignacio Zoido se sacudió también, sorprendentemente, toda la responsabilidad sobre los porrazos de ese día . Pero antes de que el exministro del Interior se quitara del medio, otro de los testigos claves arrojó luz sobre cómo se llegó a la DUI del 27 de octubre. El lendakari Íñigo Urkullu fue diáfano.

Con un estilo pulcro y minucioso, muy ‘peneuvítico’ y alejado de las alharacas de otras intervenciones, Urkullu se descubrió como el principal mediador entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. El lendakari reveló la gran paradoja de aquel octubre del 2017: ninguna de las partes quería llevar la situación al extremo, pero todos actuaron como si no pudieran luchar contra el destino, y el peor escenario se hizo realidad.  

El lendakari repartió culpas. Lejos de escudarse en la desmemoria, como hicieron por ejemplo Rajoy y Zoido, inventarió fecha a fecha sus contactos con los presidentes del Gobierno y de la Generalitat. Su conclusión, a la que llegó tras sus múltiples gestiones con esos dirigentes y con otras personas –entre ellas el ‘exconseller’ Santi Vila y varios empresarios- es que “ni Puigdemont quería la DUI ni Rajoy era muy dado a aplicar el 155”.

Encargo del 'expresident'

Según explicó, todo empezó en una reunión que mantuvo con Puigdemont el 19 de junio del 2017, en la que el ‘expresident’ de la Generalitat le mostró su preocupación por el “bloqueo absoluto” en su relación con Rajoy y le pidió que interviniera para “encauzarla”. Un mes después, el lendakari mantuvo un encuentro con el presidente del Gobierno, que no se negaba a “escuchar” a Puigdemont pero era “renuente” a hablar del derecho de autodeterminación.

A partir de ese momento, mantuvo múltiples conversaciones con ambos, pero su papel de mediador creció después del referéndum de octubre. Como publicó EL PERIÓDICO, Urkullu intentó hasta el último momento que Puigdemont no declarara la independencia y que Rajoy no aplicara el 155. El lendakari siempre vio en el ‘expresident’ “absoluta receptividad” hacia sus planteamientos, aunque las soluciones que él proponía no pasaban por la celebración de un referéndum de autodeterminación. ¿Por qué, entonces, no cumplió con el “acuerdo” y dio marcha atrás en su idea inicial de convocar elecciones el día 26 de octubre? Según Urkullu, no fue porque Rajoy no ofreciera garantías de que finalmente no intervendría la Generalitat -él trasladó a Puigdemont su "intución" de que no lo haría-, sino porque los independentistas “se le estaban rebelando” en la calle.

A tenor de lo que dijo en el Tribunal Supremo, Urkullu ejerció su papel de mediador con diligencia. La figura, después de la polémica por el “relator” que el Gobierno de Pedro Sánchez se planteó incluir en sus conversaciones con la Generalitat, está desprestigiada entre los partidos de la derecha. De hecho, las palabras del lendakari ya obligaron este jueves al líder del PP, Pablo Casado, a dar explicaciones: según él, no actuó como “mediador”, sino en todo caso como “interlocutor”. Albert Rivera también aprovechó para hacer campaña y aclarar que él no hubiera aceptado “nunca” una intercesión como la que llevó a caboUrkullu.

Zoido se desmarca

En cuanto a Zoido, lo más importante de su declaración fue su descargo de responsabilidades sobre uno de los asuntos más espinosos relacionados con los ‘fets d’octubre’: la traumática actuación policial del 1-O. Aunque culpó a los Mossos d’Esquadra de no cumplir con su obligación de detener la votación, el ministro del Interior se desmarcó como hicieron Rajoy y Sáenz de Santamaría del dispositivo, cuya autoría intelectual atribuyó al coronel Diego Pérez de los Cobos. “Yo no di la orden de qué tenían que hacer ni de cómo lo tenían que hacer”, llegó a afirmar sobre los cuerpos policiales.

Por la sala circularon ayer otros testigos de interés. Como Ada Colau, que se solidarizó con los presos con una frase elocuente: “Si estamos aquí por el 1 de octubre, deberíamos estar millones de personas”. También declaró Gabriel Rufián, a quien precisamente se ha señalado, por su tuit aludiendo a las “155 monedas de plata” del 26 de octubre del 2017, como uno de los responsables de que Puigdemont rectificara su voluntad de convocar elecciones. Pero el testimonio del diputado de ERC, que manifestó que no vio violencia en las puertas del Departamento de Economia de septiembre y sí en la actuación policial del 1-O, no ofreció grandes novedades. A cambio, dejó la imagen del día: cuando acabó de declarar dio la mano a todos los que estaban sentados en el banquillo de acusados excepto a Santi Vila. E hizo que los focos apuntaran de nuevo a una figura que parte del independentismo considera un traidor.