voto particular

Turull vivía en la higuera

Aunque enérgico ante el fiscal, el 'exconseller' se retrata como un político que presentaba urnas en sociedad sin saber de dónde salían

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Carles Cols

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Charles Mackay fue uno de los más preclaros periodistas del siglo XIX. Fue además poeta, pero fue, sobre todo, autor de una serie de extensos artículos en los que analizaba lo que él llamaba delirios multitudinarios, situaciones en que algunas sociedades se dejaban deslumbrar por promesas de riquezas mayúsculas. Lo suyo era analizar los procesos de lo que hoy se considerarían burbujas especulativas. Documentó varios de esos episodios y llegó a una conclusión como mínimo controvertida: “Los hombres piensan como rebaños, enloquecen como rebaños y, en cambio, recuperan la sensatez poco a poco y de uno en uno”. Por si alguien intuye en esto una ofensa premeditada a uno de los dos frentes políticos en litigio, los ‘capuletos unionistas’ o los ‘montescos indepes’, que quede claro que Mackay no distinguía una churra de una merina.

Turull ensayó el interrogatorio con sus abogados hasta para evitar el inoportuno uso del 'catañol', con anécdota incluida

El recuerdo de esta reflexión con más de dos siglos de historia viene al caso porque Jordi Turull, en la segunda sesión de interrogatorios del juicio del ‘procés’, le ha dicho al fiscal que no, “que los ciudadanos de Catalunya no son ovejas”, que el ‘procés’ no fue, como sostiene la acusación, un plan acordado en un conciliábulo y después expandido como una pandemia a través de TV-3, sino que, como se ha repetido tantas veces, fue una iniciativa que nació en las calles y que llegó ya talludita a las instituciones, no al revés. Lo ha dicho Turull, ese político que estuvo a una sesión parlamentaria de ser presidente de la Generalitat y que, buscando así al azar en la hemeroteca, siempre con ‘esprit de chicane’, por supuesto, resulta que en agosto del 2016, durante la celebración de la fiesta mayor de Gràcia, prometió que en la cita ‘gracienca’ del 2017 Catalunya ya sería independiente. “¡Apuntadlo bien, el año que viene!”, aseguró a la parroquia.

Ya lo sabrán ustedes a estas horas. Turull ha aceptado someterse al interrogatorio del fiscal, no como Raül Romeva, que como Junqueras el jueves, ha optado por leerle la cartilla a la democracia española.

¿Hace higo?

Turull ha aceptado las preguntas, las directas y decididas de Javier Moreno y las titubeantes de la abogada del Estado, Rosa María Seoane. Sí, ha habido relevo en el banquillo de la acusación. El acusado no se ha enfrentado al desconcertante Fidel Cadena que el pasado jueves interrogó a Joaquim Forn. Se ha batido dialécticamente con Moreno, que venía más preparado. También Turull había entrenado para ocasión, no solo las respuestas adecuadas, sino también que no fueran en ‘catañol’. Hay una anécdota sobre ello. La cuenta su propia defensa en privado. En uno de esos rondos entre abogados y su cliente, en los que los primeros trataban de ponerle contra las cuerdas con preguntas comprometedoras, Turull quiso responder que tal o cual tesis de la fiscalía “fa figa”, expresión que de inmediato quiso corregir. “¿Hace higo?”, preguntó.

A los acusados se les atribuye un delito que antaño hasta sonaba más grueso, traición a la persona del rey

El higo es, en catalán, un vocablo realmente muy polisémico, no tanto como ‘collons’, que hasta sale en ‘Cien años de soledad’, pero tiene su qué. ‘Caure de la figuera’, por ejemplo. En castellano prefieren caerse del guindo. Pues bien, parece que eso no le sucedió a Turull en dos momentos del ‘procés’ que él personalmente protagonizó, no cayó de su inocencia. A preguntas del fiscal reconoció primero que como ‘conseller’ de la Presidència presentó en sociedad las urnas del 1-0. Aseguró que no las encargó el Govern y que no se le ocurrió preguntar de dónde habían salido. No le pareció raro mostrarlas en rueda de prensa sin saber cómo habían llegado a sus manos. Admitió después que por su cargo le tocó anunciar en su día los resultados del referéndum, pero de nuevo dijo ignorar quién se los proporcionaba, quién los había validado.

Es al tribunal a quien corresponderá sacar sus propias conclusiones, pero como para ello aún falta, resulta interesante el análisis cazado al vuelo que a las puertas del tribunal, durante un receso, ha ofrecido Javier Melero, abogado de Forn, una enciclopedia jurídica andante, tanto que hasta ha aprovechado para contar que esto del delito de rebelión y sedición tenía antes de 1823 un nombre aún más tremendo, “traición a la persona del rey”. Según Melero, al que habrán visto poco o nada en las tertulias de TV-3, la fiscalía va sobre ruedas cuando pregunta sobre los delitos de desobediencia e incluso de malversación, pero pincha cuando trata de retratar los meses de septiembre y octubre del 2017 como tumultuarios.