PRIMER ANIVERSARIO DEL 1 DE OCTUBRE

Tensa procesión de la santa Urna

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Xabi Barrena / Fidel Masreal

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En los PIGS (como los siempre ocurrentes anglosajones llaman a Portugal, Italia, Grecia y España) no hay fiesta de guardar sin una buena procesión. La conmemoración u homenaje al 1-O ha alcanzado ya ese rango y para celebrarlo, como marca el canon, se ha celebrado en Barcelona una procesión. Multitudinaria. En una autonomía que algunos quieren república, obviamente, esta fue laica y los voluntarios portaron el símbolo tanto del referéndum del año pasado como la esencia sagrada, casi santa, de la reivindicación independentista: las urnas. Eso sí, a diferencia de las procesiones habituales, en esta ocasión, la aparición de los responsables políticos derivó en una lluvia de gritos contra ellos por no haber llevado adelante la república. “Desobedeced o dimitid”, clamaron contra Quim Torra y Roger Torrent.

A lo largo del recorrido, entre la plaza de Catalunya al parque de la Ciutadella, ante las puertas del Parlament, vía Fontanella, Trafalgar y paseo de Lluís Companys, no abundó la fiesta como suelen ser norma en las manifestaciones que organiza el independentismo central, ese que logra que la muchedumbre, en esta ocasión, siempre según la Guàrdia Urbana, 180.000 personas, no rompa ni una papelera. Un grito ha sobresalido por encima de otros. Uno que lanza dos mensajes a dos gobiernos. “1-O: Ni olvido (al Executiu de Quim Torra), ni perdón (al de Pedro Sánchez)".

Torpedos contra Torra

En general el tono ha sido reivindicativo para con el Govern. “El pueblo manda, el Govern obedece” también tronó a lo largo de la procesión. Y como setas al principio de la temporada se podían leer pancartas de rechazo a la gestión del ‘conseller’ Miquel Buch, al frente de Interior, y exigiendo su dimisión. En la parte final del acto, cuando las urnas que portaban los voluntarios fueron entregadas a los presidentes de la Generalitat, Torra, y del Parlament, Torrent, estos tuvieron que aguantar el chaparrón: parte del gentío coreó “Torra dimissió” y “¡Ahora, ‘president’!”, en referencia, este último cántico, a que se hiciera efectiva la independencia. Y más: "¿Dónde están las estructuras [de Estado], las estructuras dónde están?"

También en el manifiesto que se leyó, escrito por los organizadores, básicamente la ANC, pero también Òmnium que, a última hora, se sumó a regañadientes, los políticos se llevaron lo suyo. “Nos comprometemos a seguir movilizados, a mantenernos firmes en la resistencia y desobediencia no violenta (…) y exactamente lo mismo os pedimos a las personas que nos representáis en nuestras instituciones”. Y siguió. “Recuperemos todo lo que nos catapultó al éxito del 1-O:  voluntad, compromiso, inteligencia (…) desobediencia, no-violencia (…) y muy especialmente la unidad. La unidad del soberanismo es imprescindible si se quiere alcanzar la República Catalana”.

La tensión era alta y se incrementó cuando un grupo de personas zarandearon hasta retirar las vallas de protección del Parlament ante la presencia de los Mossos. Estos cerraron la entrada a la Ciutadella.

No solo el descontento aparcó la proverbial alegría de los ‘happenings’ independentistas. También la emotividad. Hallábase Roger Espanyol, uno de los heridos del 1-O, en concreto el de mayor gravedad tras perder un ojo a resultas del impacto de una de las prohibidas pelotas de goma disparada por uno de los fusileros del Cuerpo Nacional de Policía, en la entrada de la tienda Werner, de la calle de Fontanella. Seguía la manifestación, distante, al lado de una mujer. Cuando, de pronto, uno de los manifestantes lo identificó. Y empezó a gritar “No estás solo”. No tardó el grueso de los manifestantes en percatarse de la presencia de Espanyol y el grito se hizo unánime. Espanyol se emocionó.

Lo de los políticos hay quien también se lo toma a mofa. Andaba la portavoz y vicesecretaria de ERC, Marta Vilalta, haciendo declaraciones cuando un adolescente se acercó al corrillo y preguntó audiblemente “¿Es Inés Arrimadas?”. La mirada vitriólica de uno de los espontáneos que se juntaron con los periodistas que atendían a la republicana le obligó a añadir: “¡Es broma, es broma!”.