ENTREVISTA CON JAUME SOLEY, PARADISTA DE LA BOQUERIA

"Cuando cruzo la Rambla miro hacia arriba para comprobar que no hay ninguna furgoneta"

Carla Riverola

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Jaume Soley, que trabaja en Fruites Soley en el mercado de la Boqueria desde hace más de 30 años, recuerda cómo vivió el 17-A y de qué forma le ha quedado marcado en su día a día

¿El 17-A queda lejos o cerca?

Los primeros meses me parecía que el atentado había sido el día anterior. Decía: "Solo hace cinco meses". Ahora que ha pasado un año, digo: "Ya hace un año". Todo me queda mucho más lejos...¡gracias a Dios!

¿Cómo lo recuerda?

Terrorífico. Fue uno de los peores días que alguien puede tener. Imagina a toda esta gente que hay en una mañana cualquiera en el mercado de la Boqueria a la carrera. Me asusté mucho. Gente que se caía, bolsas en el suelo... Sabías que pasaba algo y que era muy grave.  

Empezó siendo un jueves cualquiera de agosto.

Sí. Fue un día cualquiera, pero solo hasta las cinco menos diez de la tarde. En ese momento estaba vendiendo azafrán a unos turistas japoneses. Y de repente, la estampida. Pero siempre con incertidumbre: primero oímos los disparos y no sabíamos si había alguien con una metralleta, si era una bomba, un atentado… Los Mossos empezaron a correr por dentro del mercado y poco después supimos de qué se trataba: una furgoneta que había atropellado a mucha gente.

¿Qué hizo entonces?

La mayoría de los que estaban por aquí salieron corriendo, pero yo fui uno de los paradistas que se quedó. Acogí dentro de la tienda a gente con mucho pánico. No te lo puedo explicar: hay que vivirlo. No puedo explicar cómo corría la gente, sin parar...y con cara de horror. He visto a mucha gente correr, pero nunca con esa cara de pánico. Estuve en estado de choque varios días.

El suyo, además, es uno de los puestos más abiertos a la rambla, en la pasillo principal del mercado…

¡Claro! No dejaba de pensar que ese tío [Younes Abouyaaqoub, el terrorista que atropelló a más de un centenar de personas en la Rambla] pasó por aquí delante. Pero yo, claro, no me dí cuenta. Lo vi varios días después en vídeos donde se ve claramente que pasa justo por delante de mi puesto.  

¿Cómo está la Boqueria un año después?

Desde que llegó el buen tiempo, la gente ha vuelto a venir. Cuando sucedió todo aquello, pensaba que las consecuencias serían más duras, pero realmente aquí en el mercado no he visto ninguna repercusión muy grave. La gente lo tiene en la mente, eso sí.

¿De qué forma os quedó grabado?

Fíjese: hace 30 años que trabajo aquí y vivo a solo dos calles, pero desde el atentado, cada vez que cruzo la Rambla, miro hacia arriba. Esto significa algo, ¿no? Intuitivamente giro la cabeza para comprobar que no baja ninguna furgoneta. Pero hay que vivir con ello. Si no, no podrías seguir adelante.

¿Cómo se repone el mercado de algo así?

Bueno, al principio estábamos consternados. No bajaba mucha gente, pero poco a poco todo empezó a fluir. A la semana siguiente todo volvía a ser bastante normal. Y yo pensé: “Qué bien”. Creía que estaríamos tan derrumbados como los primeros días. Cada uno lo lleva como puede, pero la vida va tan rápido que hay que pasar página.

¿La Rambla ha olvidado ese 17 de agosto?

Yo creo que siempre estará allí. No hemos olvidado, pero la Rambla ha pasado página. Eso sí, siempre recordaré cómo me impresionó la policía. La implicación fue total. Aquí en el mercado tenemos un desfibrilador y vi a dos agentes corriendo como locos para ir a buscarlo. Solo gritaban repetidamente: "¿Dónde está el desfibrilador?". Lo dieron todo.  

¿Pensaba que algún día se encontraría con una situación así en el corazón de Barcelona?

¡Por supuesto! Lo hablábamos muchas mañanas mientras tomábamos el café en el Bar Pinotxo. Con las portadas de periódicos sobre los atentados de París o Niza, decíamos: "Ya verás el día que pase aquí!". Los que trabajamos en la Boqueria ya lo teníamos claro, con tanta gente como hay en la Rambla. Pero siempre digo que podría haber sido mucho peor.