EN LA PRISIÓN

Una visita a Joaquim Forn en la cárcel de Estremera

El 'exconseller' defiende que Comín y Puigdemont renuncien al escaño "solo si es aritméticamente necesario"

El 'exconseller' de Interior Joaquim Forn.

El 'exconseller' de Interior Joaquim Forn. / periodico

Sílvia Cóppulo

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"Pásese el dedo por el pelo", me indica el funcionario. Me habían puesto sobre aviso. A menudo los dedos están demasiado limpios para que el lector de huellas pueda leerlas. Los cabellos también lo están y tendré que repetir la operación varias veces hasta que me fichen bien en Estremera.

La foto les ha salido a la primera. Acompaño en la visita a la familia de Joaquim Forn, encarcelado preventivamente desde hace cuatro meses. La esposa de quien fuera conseller de Interior, Laura Masvidal, lleva el grupo. Hoy vienen su propia madre, Maria Martí, y su sobrina, Laura Orrit. Cuando el AVE entra en Atocha, el gesto se transforma. Llueve en Madrid. La cárcel está a setenta kilómetros. Alquilar un utilitario. El trayecto, de memoria.

Si ustedes ya han estado aquí, no hace falta el dedo, solo el DNI. En la sala de llegada nos encontramos a unos amigos de Oriol Junqueras. Palabras cálidas a media voz. Veo familiares de internos de todo tipo y tensión en la espera. Pasamos por el arco de seguridad uno a uno. Una especie de finger nos conduce a un espacio entre los patios con rejas, ahora vacíos. Caminamos hacia adelante mientras las puertas se van cerrando atrás. De repente, todo el grupo de familiares se ha quedado parado. Forn, al uno, oímos por megafonía. Las cuatro entramos en un minicubículo transparente con dos sillas. Al fondo del cristal de separación, asoma un Quim Forn más delgado. Sonríe.

Tenemos 40 minutos, el total de la semana. Los mensajes familiares se entrecruzan. No puede haber pausas; el tiempo vuela. Le pregunto al ex-conseller si cree que le puede perjudicar que el juez Pablo Llarena haya declarado compleja la causa del proceso. Forn es optimista. No parece otorgarle mucha importancia. “No me veo aquí en febrero del año que viene” dice, convencido que llegará un momento en el que quedará claro cuál fue su papel. Tampoco cree que la creación del Consell de la República que presidirá Carles Puigdemont en Bruselas le pueda afectar negativamente, aunque el magistrado del Supremo argumentase para dejarlo en prisión, la incertidumbre de que el independentismo se mantenga dentro del orden legal. “Es que no será una entidad institucional desde el punto de vista legal; será privada”, argumenta, y se reafirma en su posición contraria a la unilateralidad. Remarca: “lo más urgente es formar Govern”. Está de acuerdo en que Jordi Sánchez sea el candidato a presidirlo y “solo si es aritméticamente necesario, que Comín y Puigdemont renuncien al escaño”.

Renuncia a responderme sobre si está de acuerdo con el 'president' cesado en considerar que fue un error no implementar la República el día 10 de octubre, pero añade: “Hasta el día 1 de octubre, todo fue bien. A partir de entonces y hasta el 27, sufrí mucho”.

Vuelvo atrás en el tiempo. 17 de agosto. “Pues claro que el ministro Rafael Catalá debería dar explicaciones sobre la relación que mantuvo el imán de Ripoll con el CNI. Si yo no estuviera aquí, lo reclamaría”, y en este punto recuerda aquella reunión en Barcelona, posterior a los atentados, que

quiso presidir Mariano Rajoy al lado de la vicepresidenta española. “El gobierno español se dio cuenta quizá por primera vez que los mossos se ocupaban de todo y ellos no tenían nada que hacer. Eso lo pagaremos caro, pensé”.

Ahora el 'exconseller' pregunta cómo puede hacer llegar una carta a Pep Guardiola para agradecerle que lleve puesto el lazo amarillo. Explica que está leyendo 'El Quijote', que hace mucho deporte y va a clases de cocina para poder comer un poco mejor. Desde hace tres días, ya no comparte celda; con las lluvias, entró agua. "Te refuerza enormemente recibir el apoyo de tanta gente". Pruébate las gafas, le pide Laura. Hace días que se le rompieron las viejas. Aunque este sábado no es día de "paquete", los funcionarios se las han aceptado.

Se le ilumina el rostro cuando le cito el Ayuntamiento de Barcelona. En dos años, habrá elecciones. Él no descarta nada y me consta que su partido, tampoco. “Me gustaría ocupar una posición transversal.

Quiero ser un hombre de paz”, concluye. El sonido de los auriculares se ha cortado de golpe. Las sonrisas del adiós cuestan más. Lo peor, me dice Laura al marchar, es no tener plazos. No habido juicio, no hay fechas. Este lunes sus abogados presentan ante el Tribunal Supremo una nueva demanda de libertad.