Un 'procés' dentro del 'procés'
El espacio político a la izquierda del PSC mantiene una calculada ambigüedad sobre el independentismo desde el 2010
El 12 de mayo del 2010 José Luis Rodríguez Zapatero se rindió ante la crisis que había negado durante dos años y decretó los mayores recortes en materia social de la historia de España. En cascada, el Ayuntamiento de Barcelona (a días de su la archifamosa consulta de la Diagonal) y la Generalitat de José Montilla tuvieron que hacer lo propio. Tres administraciones en manos socialistas.
Al espacio a la izquierda del PSC se le abrió entonces el cielo. Tras 20 años, desde la caída del muro de Berlín, predicando en el desierto la historia les sonreía y un futuro como principal referencia de las izquierdas se presentaba ante ellos. Y entonces (julio del 2010) vino la sentencia del TC sobre el Estatut del 2006 y el ‘procés’. Adiós nonata hegemonía.
La búsqueda de un discurso sobre el proceso independentista por parte de ICV y sucesores es, en sí mismo, un ‘procés’ por sí solo. El miedo a verse succionado por el independentismo, por un lado, y el inmovilismo del PP, del otro, ha provocado los mayores dolores de cabeza a sus líderes.
EL 9-N DE HERRERA
La primera gran piedra de toque fue el 9-N, que los de Joan Herrera pensaban en cómo superar sin grandes daños a la espera de que las mayorías cambiarán en Madrid. Eran los tiempos del fulgurante inicio de Podemos y el horizonte aparecía lila.
Imposible el referéndum, ICV abogó por la consulta no vinculada. Y cuando el TC empezó a dictar autos y amenazas y Artur Mas pasó al sucedáneo de la consulta, el proceso participativo, Herrera se apartó del evento.
Volverían más tarde, cuando se intuyó que la gente iba a salir en masa por toda Catalunya espoleada por las acciones del Gobierno del PP. Fiel a la ambigüedad obligada por la hetedoroxia de las bases en este asunto, Herrera votó Si-No en la alambicada pregunta del 9-N. Su compañera en el liderazgo, Dolors Camats, anunció su Sí-Sí.
El colauismo, que nació para acabar con la vieja política (por ejemplo el tacticismo electoral), devoró a ICV. En estos días, corren por Twitter los videos de una cimarrón Ada Colau prometiendo ser más soberanista y más desafiante con el Estado que Convergència.
Y donde antes estaba ICV-EUiA, hoy viven Podemos y su filial Podem Catalunya; Catalunya en Comú que es la suma de una serie de partidos, entre ellos, Barcelona en Comú, y también ICV y EUiA. Todos estos actores cuentan con posiciones diferentes sobre el 1-O. Desde la voluntad de participar, de EUiA, y votar sí de Gerardo Pisarello al boicot subliminal que pide Pablo Iglesias. De la llamada a la participación de Albano Dante-Fachín al ‘wait and see’ hasta septiembre de Xavier Domènech y Ada Colau. Puro 'procesionismo' dentro del 'procesionismo'.
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