LA RESACA DEL 24-M

Resquemor con Colau

Mas avisa a la futura alcaldesa de que no se callará si ve que pone Barcelona «en peligro»

El coordinador de ICV, Joan Herrera.

El coordinador de ICV, Joan Herrera.

RAFA JULVE / BARCELONA

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Las interpelaciones de Albert Rivera en la sesión de control del Parlament suelen ser las que más ponen en tensión al 'president' Artur Mas. Hace un tiempo también lo conseguía Alicia Sánchez-Camacho, pero últimamente el jefe del Govern despacha sin inmutarse las acometidas de la líder del PPC. Este miércoles, en cambio, no fueron ni Ciutadans ni los populares los que más incomodaron al mandatario nacionalista. Fue tomar la palabra el ecosocialista Joan Herrera y reclamarle que garantizara «lealtad institucional» a los nuevos ayuntamientos, con mención especial al de Barcelona, y al líder de CiU le cambió el gesto.

La pérdida del gobierno municipal de la capital catalana en favor de la candidatura de Ada Colau sigue escociendo en las filas convergentes. Por eso, cuando Mas le respondió tajante a Herrera que las «relaciones institucionales del Govern serán impecables con cualquier ayuntamiento de cualquier signo político», era de prever que la respuesta iría acompañada de un 'bonus track' mucho menos conciliador.

Ponerse «a la cola»

Si la intervención inicial del líder ICV ya hizo saltar alguna chispa en la bancada de CiU, en el turno de réplica acabó de prender la mecha. Herrera se quejó de que el propio 'president', antes incluso de que se constituyan los ayuntamientos, ya le haya dicho a Colau que se ponga «a la cola» para cobrar las deudas de la Generalitat; o de que el 'conseller' Santi Vila dijera que «peligran las inversiones»; o de que el 'conseller' Felip Puig alertara con que «está en peligro el Mobile World Congress». Unos reproches que el coordinador de Iniciativa, cuyo partido está integrado en la coalición ganadora de Barcelona en Comú, redondeó reclamando a Mas que esté «a la altura del momento». Lo que acabó de disparar los murmullos.

Ya totalmente a la defensiva, Mas se revolvió desde dos flancos. «Que yo tenga una actitud institucional, que debe ser absolutamente correcta, no quiere decir que no tenga opinión, y la pienso expresar. Porque Barcelona es muy importante para el país. Y si entiendo que en alguna actuación se pone en peligro el futuro de Barcelona [...], o el del país en su conjunto, lo explicaré. Aunque a ustedes no les guste», espetó de saque.

No contento con eso, espoleado por lo de la lealtad institucional, el 'president' recuperó una de las denuncias de CiU en la campaña electoral y reiteró, en alusión a Podem y a unas declaraciones que hizo a este diario su secretaria general, Gemma Ubasart, que hay «algunos partidos o personas coaligadas [en Barcelona en Comú] que en su momento llegaron a decir públicamente que había que fomentar, no la rabia, sino el odio contra el presidente de la Generalitat». «Señor Herrera -remató-, emplee su tiempo en convencerles internamente de que dejen de ser ellos los sembradores de odio». Y entonces quedó aún más evidente el resquemor de los nacionalistas. Hubo quienes aplaudieron. Otros incluso gritaron: «!Muy bien!».