PASEOS ELECTORALES: LLEIDA

La ciudad en busca de su centro

Lleida resolvió en las últimas décadas sus fracturas urbanísticas históricas, el río y la vía del tren, pero le salió otra en su mismo corazón, el casco antiguo. Los ciudadanos dan la espalda al centro ante un problema que los expertos advierten de que no va a tener una solución fácil ni rápida.

Lleida resolvió en las últimas décadas sus fracturas urbanísticas históricas, el río y la vía del tren, pero le salió otra en su mismo corazón, el casco antiguo. Los ciudadanos dan la espalda al centro ante un problema que los expertos advierten de que no

JOSEP SAURÍ / LLEIDA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No parece, ni por lo que dicen las encuestas ni por lo que comentan incluso sus detractores, que a Àngel Ros le peligre la vara de alcalde de Lleida, en sus manos desde el 2004. Ni el desgaste de gobernar, ni la crisis socialista, ni las denuncias de su exnúmero 2 Marta Camps pueden con él según el sondeo de Gesop para EL PERIÓDICO, que le da una mayoría no absoluta pero sí cómoda y buena nota ciudadana (5,8), y refleja que hasta el 58,8% de los leridanos creen que la ciudad ha mejorado en los últimos cuatro años. "No creo que estas elecciones cambien nada. Puede entrar alguna nueva fuerza en el consistorio, pero no hay posibilidad real de un cambio de rumbo", concede asimismo Jordi Soler, 50 años, industrial, quien guía a EL PERIÓDICO en este paseo por Lleida. Pero en Entre Todos no hacemos demoscopia, sino que recogemos miradas ciudadanas. Y la de Jordi es, sin duda, crítica hacia el alcalde, hacia la ciudad y hacia la política en general: "El buen político es el que gana las elecciones, y si quieres ganarlas no puedes decir la verdad. Así de sencillo. No me siento representado por nadie".

En lo que sí hay consenso en Lleida es que uno de los retos de esta ciudad es encontrar su centro, su centro histórico, y reconciliarse con él. Jordi nos guía hasta la bella plaza del Dipòsit. En horario presuntamente laboral, decenas y decenas de hombres jóvenes, de origen magrebí o subsahariano, charlan y toman el sol, aunque a medida que ven acercarse una cámara se va esfumando un corrillo tras otro. En una ciudad con buen nivel de vida y un índice general de paro relativamente moderado, he aquí una realidad que nada tiene que ver con ello, concentrada en un barrio. Y no un barrio cualquiera, sino su corazón. "Sí, tenemos un casco antiguo en el mismo centro que comercialmente no funciona, que laboralmente no funciona, y que quiero pensar que sobrevive a base de ayudas sociales. Es una situación enquistada", relata Jordi, para quien los esfuerzos del ayuntamiento para dinamizarlo "no han servido de nada, solo para endeudarse".

Históricamente, Lleida tenía dos grandes fracturas urbanísticas, el río y el trazado del ferrocarril, resueltas en las últimas décadas con la canalización y un buen puñado de puentes, por un lado, y el soterramiento de las vías por el otro. La ciudad logró así cohesionarse, recoser sus barrios, pero donde le ha quedado un gran agujero es en su mismo centro. "El problema no es propiamente urbanístico, sino socioeconómico, de pobreza urbana", explica Carme Bellet, geógrafa de la Universitat de Lleida. Un parque de vivienda antigua, y por tanto relativamente barata, ha ido acogiendo a familias de escasos recursos procedentes del notable flujo migratorio de los últimos 15 años en la ciudad. Ante ello el ayuntamiento "lleva años tratando de esponjar el barrio y de atraer población joven y de renta media, tejido comercial e inversión privada", reconoce Bellet. Pero queda mucho por hacer. Una situación de este tipo no se resuelve solo con medidas urbanísticas, afirma, sino "con una inversión pública ingente y continuada, y mucha paciencia. Esto no se arregla en ocho o 10 años".

De espaldas

Jordi tiene la amabilidad de invitar a EL PERIÓDICO a su comida y tertulia semanal con un heterogéneo grupo de amigos, esta vez en la Braseria Ramon, en La Mariola. Una buena ocasión para pulsar hasta qué punto los leridanos dan la espalda hoy por hoy al casco antiguo de su ciudad: "Yo es que voy muy poco, la verdad", dice Miquel Llompart (55 años, visitador médico). "Intento evitarlo, trato de no pasar mucho por allí", corrobora Montse Fernández (58 años, cardióloga). "Una vez convertido en un gueto, es muy difícil de recuperar", sostiene Miquel Lázaro (55 años, pensionista). "¿Tú pondrías un negocio allí?", le pregunta Jordi a Llompart. "No, claro", responde este.

Antes, Jordi había elegido la zona industrial del Segre para empezar a exponer su enmienda a la totalidad: "Mientras este polígono decae y se degrada, en alguna población del entorno -de hecho, justo en el límite del término municipal- hay otros que bullen". El motivo, a su juicio, es una "exagerada" presión fiscal municipal, que además "no se traduce en servicios", asegura. Parece que cuando se trata de números la cosa no debería depender del cristal con que se mira, pero en este caso no es así. Por poner un ejemplo: no solo Jordi, sino también la oposición e incluso un informe de la Agencia Tributaria de Madrid afirman que los leridanos pagan el IBI más alto de España; el ayuntamiento, en cambio, recuerda que lleva tres años congelado y sostiene que está por debajo de la media. La explicación es que unos hablan de valores catastrales y el otro, de la tasa.

Algo parecido pasa con el parque científico y tecnológico de Gardeny, joya de la corona de la ciudad, "motor económico de Lleida, con sus 114 empresas, 1.500 empleos (y unos 6.600 inducidos) y 125 millones de euros anuales de negocio conjunto", según fuentes municipales, pero para Jordi gestionado con "opacidad".

Miradas críticas

Por lo demás, a la mesa de la brasería Ramon se sientan distintas sensibilidades, aunque dominan las críticas. Muchas son quejas vecinales, clásicos de la política municipal en Lleida y en todas partes: "Voy con mis hijos al parque y no hacemos más que esquivar cacas de perro" (Hatem Rivadulla, 39 años, técnico agrícola); "Me multaron con 100 euros por dejar al perro desatado cinco minutos. Yo recojo sus excrementos, y en cambio delante de casa está todo lleno de suciedad. Decían que arreglarían el barrio [el Joc de la Bola] y solo han pintado unas líneas de carril bici que no usa nadie" (Montse). Y alguna de más calado: "El ayuntamiento compite con la iniciativa privada en ámbitos que no le corresponden, como el comercial o los gimnasios, y privatiza servicios que deberían ser públicos, como los radares, el agua, los funerarios..." (Pere Palancar, 48 años, informático); Dicho queda: esto no es demoscopia. Son miradas ciudadanas a una ciudad en busca de su centro.

Publica un artículo sobre las elecciones municipales aquí.