PASEOS ELECTORALES: LLORET DE MAR

La resaca de la borrachera de turismo

Lloret de Mar es un caso paradigmático de municipio para el que la actividad turística es al mismo tiempo bendición y maldición: los beneficios llevan consigo una factura cada vez más onerosa. La población de la Selva afronta una fase decisiva de la transformación de su modelo turístico.

JOSEP SAURÍ / LLORET DE MAR

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El estigma. "Me da muchísima rabia cuando le enseño a alguien una foto de mi pueblo y me dice: '¿Ah, pero eso es Lloret? ¿Tan bonito?'. O cuando oigo a gente en Fenals decir por teléfono que están en Blanes, o si están en Canyelles decir que están en Tossa, por no reconocer que están en Lloret", explica Anna Espada, 24 años, licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas en paro. Lloret de Mar encarna en el imaginario colectivo todos los males del turismo barato y masificado, de borrachera, griterío, vomitonas, orines y sombreros mexicanos. Incluso ha quedado acuñado el concepto: se habla del riesgo de 'lloretización' de Salou o la Barceloneta. Y sin embargo, "Lloret es un pueblo con personalidad, y tiene un entorno natural extraordinario y desconocido. Hay otro Lloret posible, pero para ello hay que afrontar la reconversión industrial del turismo", afirma Joan Pau Romaní, 56 años, que regenta desde 1984 el restaurante El Romaní, en el casco antiguo.

Con la que está cayendo, en general, ya puede decirse que estas no van a ser unas elecciones municipales más. Pero hay ciudades para las que pueden ser cruciales porque viven a su vez un momento clave. Es el caso de Lloret a juicio de estos dos vecinos, convencidos de que al consistorio que surja de las urnas el 24-M le va a tocar lidiar con una fase decisiva de la redefinición del modelo turístico de la población. "Y para eso hará falta unidad política y participación ciudadana", coinciden.

Ligeramente por debajo de los 40.000 habitantes, Lloret triplica su población en temporada alta. Cuenta con unas 30.000 plazas hoteleras, y recibe al 12% de los turistas de Catalunya y a más del 40% de los que visitan la Costa Brava. El ayuntamiento se emplea a fondo en iniciativas para diversificar la oferta y alargar la temporada, y además Lloret es el conejillo de Indias de un proyecto de la Generalitat para la reconversión integral de destinos turísticos maduros. Pero queda mucho por hacer. Joan Pau y Anna coinciden también en que la clave está en los grandes hoteles, muchos de ellos construidos en los años 70 y 80 y no renovados, y en las agencias que los llenan en verano, que "«con sus precios bajos y el 'todo incluido' marcan el tipo de cliente". Resultado: una temporada corta y con visitantes que vienen a gastar lo mínimo. Y luego, el crudo invierno. "Este no es el futuro, ni mucho menos", concluye Joan Pau.

Viviendas vacías

El paseo con Anna y Joan Pau por el casco antiguo da otra de las claves de por dónde puede pasar esta reconversión. En los bajos, mucha tienda de temporada, de suvenires y camisetas; en los pisos superiores, mucha vivienda cerrada. "Fuera de temporada, esto es casi fantasmagórico", explican. El ayuntamiento tiene en marcha un plan especial para revitalizarlo, pero para Joan Pau, vecino del barrio de toda la vida, es insuficiente: "Hay que apostar fuerte por que la gente vuelva a vivir aquí, con más facilidades y ayudas a la rehabilitación de viviendas. Y es necesaria una ordenación comercial".

Joan Pau vive del turismo; Anna, no. Y en una población con monocultivo, eso es un problema: "Vivir aquí prácticamente te obliga a estar relacionado con el turismo, te guste o no. Ni me he planteado buscar empleo en Lloret; solo hay trabajos de temporada, en hoteles, comercios o algo así". Para poder trabajar en algo que tenga que ver con sus estudios, Anna más bien mira hacia Barcelona. Otra opción, con toda su dificultad, podría ser emprender. "El turismo es ineludible, pero a Lloret también le vendría bien algo de diversificación económica, un 'plan b'. En los planes para el casco antiguo, por ejemplo ¿por qué no hablamos de jóvenes, de emprendeduría, de 'start-ups'En otros lugares se han revitalizado zonas marginales gracias a los jóvenes y a su perspectiva innovadora. Estamos globalizados, y con las nuevas tecnologías hoy es factible montar aquí una empresa de lo que sea", propone.

Con la misma piedra

Lloret, pues, se 'deslloretiza'. Y observa con asombro cómo en otros lugares se cae en los mismos errores que cometió en su día y de los que ahora trata de huir. Viendo imágenes del Saloufest o de la mismísima Barcelona, Joan Pau alucina: "¿Cómo es posible que no lo vean? Habrá quien diga: 'Es que son tantos millones de beneficio'. ¿No saben los millones que le está costando a Lloret tratar de quitarse la mala imagen?".

Tras los convulsos años del alcalde Xavier Crespo (2003-11), que con el lema 'Lloret, grandes ambiciones' trató de impulsar una muy contestada transformación a lo grande y que ha acabado imputado por recibir regalos de la mafia rusa, el mandato de Romà Codina (también de CiU, y que no aspira a seguir) "ha sido de pacificación", dice Joan Pau. Tanto él como Anna creen que tras el 24-M viene la hora de la verdad, de pedalear "todos juntos, políticos, empresarios y ciudadanos".

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