EXPULSIÓN EN LA CÁMARA CATALANA
Brazo en alto en el pleno
Que no, que él solo levantó el brazo para despedirse, trató de justificarse tras ver el revuelo formado. Que no, que él no hizo ningún saludo fascista, insistió; que solo estaba diciendo «adiós» después de que la presidenta del Parlament, Núria de Gispert, lo expulsara del hemiciclo, a él y a otras cinco personas del público, por interrumpir el pleno. Se llama Miguel Bosch, es dirigente del Movimiento Cívico 12-O y ayer logró, por así decirlo, su momento de fama.
Todo empezó cuando el diputado de Ciutadans Carlos Carrizosa preguntó a la vicepresidenta Joana Ortega por «la participación del personal al servicio del Departament d'Ensenyament» en el 9-N. Durante esa intervención, Carrizosa arremetió contra el Govern y lo acusó de «coaccionar a los claustros de profesores» para que se presenten voluntarios. Entonces, Bosch y sus compañeros -entre ellos la coordinadora en Barcelona de Vox, Ariadna Hernández, y el dirigente del PP en Tona Francisco Ribas- se pusieron a aplaudir. Enojada por esa actitud, la presidenta del Parlament les mostró verbalmente la primera tarjeta amarilla: «Pido al público asistente que no aplauda».
Pero ni caso. Minutos después, cuando la diputada popular María José García Cuevas insistió en acusar al Ejecutivo de CiU de utilizar de forma partidista al profesorado cara al 9-N, el mismo grupo de personas volvió a romper en aplausos. Una vez, con la consiguiente nueva riña de De Gispert, y una tercera, lo que les valió la expulsión del recinto: «Les pido que salgan de la sala. Ya les había avisado. Ya pueden salir».
«Viva España»
Entonces fue cuando se produjo el momento álgido de la trifulca. En el momento de dejar la tribuna, Bosch se puso a gritar «Viva España» a la vez que levantaba el brazo derecho en dos ocasiones. Por mucho que él después lo negara, no dejó dudas en muchos de los presentes: se le escapó el saludo fascista mientras una compañera suya gritaba: «Sois españoles, os guste o no».
A partir de ahí, todos los partidos salvo el PPC y Ciutadans denunciaron lo ocurrido y pidieron al Govern y a la Mesa del Parlament «que tome las medidas oportunas». Inicialmente no se sabía quién invitó a los protagonistas, pero al final los populares acabaron admitiendo que habían sido ellos. Su líder, Alicia Sánchez-Camacho, evitó condenar lo sucedido, alegó que su partido no puede responsabilizarse del comportamiento de las personas a las que invita y añadió que le parece «muy hipócrita» que se le pidan explicaciones por ese episodio y que, en cambio, «no se hable y se callen los ataques fascistas con escraches a las sedes del PP».
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