La encrucijada del socialismo
Primarias: ¿revulsivo o arma de doble filo?
François Hollande no sería el presidente de Francia en estos momentos si no hubiese derrotado en primarias a la que era la líder de los socialistas franceses, Martine Aubry. Ni Barack Obama presidiría hoy EEUU de no haberse impuesto a Hillary Clinton, la candidata preferida por la dirección del Partido Demócrata. En España, y en Catalunya como hemos visto esta semana, las primarias resultan tumultuosas para los partidos que se han atrevido con ellas. ¿Es un problema de cultura política? Los partidos conciben las primarias como un asidero para exhibir aperturismo. Pero los expertos alertan de que no es oro todo lo que reluce y que pueden tener el efecto contrario al que se busca.
«Las primarias son un intento torpe de los partidos de frenar la insatisfacción con la política», asevera el catedrático de Ciencia Política de la UB Pere Vilanova, para quien no hay un solo ejemplo en Europa de unas primarias que fortaleciesen al partido que las convocó. Entre otras cosas, porque las fuerzas políticas solo recurren a ellas cuando «van muy apuradas», tal como señala el politólogo Oriol Bartomeus. El socialismo lo sabe bien. El PSOE cató la medicina en 1998 y le produjo efectos secundarios que agravaron sus conflictos internos y prolongaron su travesía en el desierto. Ahora que la marca vuelve a cotizar a la baja, se ha encomendado de nuevo a las primarias, en este caso abiertas a la ciudadanía.
CONEJILLO DE INDIAS / Un reto que ha tenido en el PSC de Barcelona el conejillo de indias que ha pagado la inexperiencia con una baja participación global, pero aún más baja de los militantes, y el cuestionamiento del resultado final ante las suspicacias por el voto organizado de grupos de inmigrantes. Para la desmovilización interna, el constitucionalista Miguel Pérez-Moneo argumenta que un afiliado que paga religiosamente su cuota puede sentirse «desdeñado» si ve que su voto vale lo mismo que el de un ciudadano ajeno al partido a la hora de escoger a un candidato o a un líder.
Pero todos los expertos consultados coinciden en que la participación depende, por encima de todo, del contexto político y de las expectativas electorales de la fuerza política. «Una participación baja significa que han votado los convencidos», apunta Pérez-Moneo. «La gente vota cuando sirve para algo, cuando ve que puede haber un cambio o hay una alternativa sólida», señala Bartomeus. Esto explicaría que el PSC de Barcelona -cuarta fuerza en las encuestas- solo atrajese a 7.463 ciudadanos, mientras que 40.182 personas se implicaron en las primarias de los socialistas valencianos, en un momento en que los sondeos pronostican una futura mayoría de izquierdas en la comunidad.
ITALIA Y FRANCIA / En las primarias del Partido Democrático italiano en el 2012 votaron tres millones de personas. En cuanto al Partido Socialista francés, tuvieron una participación de 2,6 millones. Dos precedentes exitosos en los que se inspiró el PSC para sus primarias, pero que no sirvieron para consolidar el liderazgo de sus vencedores. Como recuerda Pérez-Moneo, Pier Luigi Bersani ganó las primarias en Italia y luego las elecciones legislativas, pero no pudo ni formar gobierno, mientras que su rival en aquellas primarias, Matteo Renzi, es hoy primer ministro.
Hollande sí preside hoy Francia. Los expertos coinciden en que el modelo electoral es un factor clave para el éxito de unas primarias. «Solo tienen sentido en un sistema con circunscripciones uninominales o en modelos presidencialistas», concluye Vilanova. En el primer caso, que es el de EEUU, porque el candidato «tiene que trabajarse cada voto en persona». En el segundo caso, que es el francés, porque la ciudadanía elige a un representante unipersonal, y no solo al primer nombre de una lista que acaba de elaborar el aparato del partido. «Las primarias funcionan si los partidos tienen poca estructura, como en EEUU, donde son solo maquinarias electorales», afirma Pérez-Moneo.
Así, ante el poder de las cúpulas de los partidos en nuestro sistema, Vilanova cree que sería más legítimo que en unas primarias votasen solo los militantes, como hacen Esquerra e ICV-EUiA desde hace tiempo, aunque Bartomeus ve esta fórmula «menos democrática» y Pérez-Moneo avisa de que se podrían «trampear los censos». Para la derecha, abiertas o cerradas, las primarias son una asignatura pendiente. El diputado de CDC Carles Campuzano se ha atrevido recientemente a reclamarlas en su partido.
CENSO PREVIO / Un aspecto que también divide a los expertos es la necesidad de crear un censo previo de electores para evitar polémicas como, en el caso del PSC, el voto inmigrante. Vilanova considera que un registro de votantes es indispensable para que la elección no se convierta en un «pufo». Bartomeus no lo ve imprescindible y avisa de que puede frenar la participación.
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