Despedida al piloto de la transición

«La concordia fue posible»

Ávila rindió una emotiva despedida al expresidente, cuyos restos mortales fueron depositados en la catedral, bajo una lápida que alude al espíritu de la transición

PATRICIA MARTÍN
ÁVILA

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Tras 48 horas casi ininterrumpidas de homenajes, Adolfo Suárez fue enterrado ayer en el claustro de la catedral de Ávila, junto a los restos mortales de su esposa, Amparo Illana, en una tumba que, en alusión a su legado como piloto de la transición, contiene el siguiente epitafio: «La concordia fue posible»Tan solo los allegados de la familia Suárez, así como una decena de autoridades, encabezadas por el jefe del Ejecutivo central, Mariano Rajoy, presenciaron el entierro del primer presidente de la democracia, en el acto más íntimo de los celebrados desde este que falleció en Madrid el pasado domingo.

Previamente, el obispo de Ávila, Jesús García Burillo, ofició el funeral de corpore insepulto, al que asistieron numerosos representantes políticos, entre ellos José María Aznar o el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera. Como avance del funeral de Estado que se celebrará el próximo lunes, García Burillo ensalzó el carácter y la trayectoria de Suárez y su «prodigioso trabajo a favor de la democracia», que provocó, según subrayó el obispo, «admiración en el mundo entero».

«Inauguró un estilo de convivencia, respetando las posiciones adversarias y buscando tenazmente el pacto, sin rencor y sin revancha», aseguró el prelado, antes de invitar a aquellos que ostentan responsabilidades políticas a «seguir el camino trazado» por quien logró «la reconciliación de las dos Españas».

El obispo abulense no se quedó solo en los aspectos positivos de su legado, pues también recordó el «sufrimiento» que acompañó al expresidente en la última etapa de su vida política, por el «abandono de algunos de sus colaboradores, el abatimiento personal y la ingratitud como respuesta a su entrega».

El cariño de sus paisanos

Cientos de ciudadanos, la mayoría abulenses, abarrotaron las inmediaciones de la catedral desde primeras horas de la mañana, pese a que un viento gélido azotaba la ciudad y a que el cortejo fúnebre llegó desde Madrid con casi una hora de retraso. A los congregados, muchos de ellos procedentes de los colegios e institutos de los alrededores, parecía no importarles soportar las inclemencias meteorológicas con tal de rendir homenaje a «quien tanto hizo por Ávila y por los españoles».

Los asistentes recibieron el féretro del expresidente con «vivas» y aplausos, mientras que dedicaron algún que otro silbido de desaprobación y gritos de «fuera, fuera» a Rajoy, quien llegó minutos antes.

Suárez fue enterrado en la catedral por expreso deseo del expresidente. Poco tiempo después de que falleciera su mujer, en el 2001, remitió una carta al cabildo del templo y al entonces obispo de Ávila donde les expresaba su voluntad de que sus restos mortales descansaran allí. Su petición fue aprobada porque se cumplían los dos requisitos exigidos: ser una personalidad de especial relevancia y profesar la fe católica. Se da la circunstancia de que la tumba del expresidente se encuentra a pocos metros del sepulcro del historiador y presidente de la República en el exilio, Claudio Sánchez Albornoz.