MIRADOR

Las grietas del modelo autonómico

ROSA PAZ

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Mientras el 60% de los catalanes apoya el pacto fiscal -según el sondeo publicado ayer mismo por este diario- la presidenta de Madrid,Esperanza Aguirre, propone que las autonomías devuelvan al Estado las competencias de sanidad, educación y justicia y el Gobierno deMariano Rajoy,amenaza un día sí y otro también con intervenir a las comunidades que no hagan los deberes y superen el déficit que ha establecido. Posiciones antagónicas que reflejan cómo el pacto constitucional sobre el modelo de Estado de las autonomías se está abriendo en canal como consecuencia, o con el pretexto, según los casos, de la crisis económica.

Para unos el sistema es insuficiente y para otros es excesivo. Esto último, sobre todo, para quienes desde la derecha española hacen un discurso oportunista, equiparando autonomía con despilfarro, en un intento de aprovechar los malos datos económicos para cargarse la descentralización que ha traído años de prosperidad y de respeto a las distintas identidades.

Pero más allá de ese discurso radical, la crisis ha destapado las carencias del sistema autonómico, que no acaba de satisfacer a los nacionalistas catalanes y vascos -cada vez más tentados por el soberanismo- ni a esa derecha que parece añorar el centralismo y la patriauna y grande, y que, por cierto, no le ha hecho ascos al poder en las comunidades cuando le servía como contrapeso a los gobiernos socialistas y para repartir cargos y privilegios.

Ahora que la cosa pinta mal, que se han acabado las inauguraciones y que, pese a la pregonada buena gestión, la Comunidad de Madrid «no tiene un puto duro», según se le escuchó decir hace un año a la señoraAguirre, plantea ni más ni menos que desprenderse de las competencias de sanidad y educación, que simadas suponen el 70% del presupuesto. Una muestra de su profundo autonomismo.

Se podría decir que son las cosas de Esperanza, pero ella va desbrozando el camino que sigue después su partido, dispuesto a recentralizar todo lo que se ponga a tiro, como si por el hecho de que la gestión esté en manos de la Administración central, la deuda y el déficit fueran a ser inferiores. Cabe recordar, por si acaso, que con las vacas gordas malgastaron autonomías y Estado, aunque hubo comunidades, como la valenciana gobernada desde hace 17 años por el PP, que se llevaron la palma.

Dice la máxima ignaciana que en tiempos de tribulación no conviene hacer mudanza. Pero estaría bien despojarse de la desazón para estudiar con calma la grietas abiertas en el sistema autonómico, sus causas y las soluciones que permitirían renovar un pacto constitucional acorde con las necesidades que han ido emergiendo en estos 35 años. Eso sí, con el consenso de todos. Sino la cuerda se acabará rompiendo.