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La hora del segundo

Antonio Camacho ha estado cómodo a la sombra de Rubalcaba pero afronta con ilusión el reto de coger las riendas del departamento

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MAYKA NAVARRO
MADRID

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En ningún momento Alfredo Pérez Rubalcaba se planteó otro nombre que no fuera el de Antonio Camacho para sustituirle al frente del Ministerio del Interior. No tuvo ni que consultárselo. Se lo comunicó. Tenía tan claro que su fiel fiscal debía hacerse con las riendas del departamento como que nunca le diría que no.

No solo por el aprecio y respeto que se tienen, sino porque Camacho se siente -y es- coautor, corresponsable e ideólogo de las principales políticas que se han llevado a cabo en Interior, adonde llegó de la mano de José Antonio Alonso, en marzo del 2004. Hasta ese momento, este fiscal y magistrado madrileño de 47 años, padre de una niña, había escalado posiciones en la carrera judicial hasta llegar a la portavocía y presidencia de la Unión Progresista de Fiscales.

Camacho tiene ambición. La justa y necesaria para dedicarse a este negociado. Pero mantiene una relación muy particular con la política. Es cierto que no es fácil destacar a la sombra de un Rubalcaba que lo ocupa todo, pero Camacho ha cultivado su perfil de alto cargo muy técnico, muy bien preparado y tremendamente discreto. Habla poco, lo justo y necesario.«Y ahora lo hará mucho menos», adelanta otro político que lo conoce bien. Es atemperado, sensato y muy trabajador. ¿Tanto como Rubalcaba?«Eso es imposible», responde un estrecho colaborador de ambos políticos.

Celoso de su vida privada, ha llegado a engañar a sus escoltas para estar a solas con su hija. Gesto impensable a partir de ahora, cuando su cara de buen chico, liberada de unas lentillas tras decidirse finalmente a operarse de su extrema miopía, acapare la atención mediática que le corresponde a un ministro del Interior.

Entre sus aficiones destacan la lectura compulsiva y la música. Devora todo libro que se cruza en su camino, especialmente de historia, y en sus viajes al extranjero siempre encuentra viejas bibliotecas de las que incluso le han tenido que echar. Entre sus destinos predilectos, elige Londres. Allí ha conseguido pactar con sus escoltas que le dejen viajar sin su compañía.

Algunos dicen que es tímido. Su miopía contribuyó en algún momento a esa sensación. Gana, y mucho, en las distancias cortas. Su humor es británico. Come poco, pero, como dice otro conocido,«su paladar es caprichoso».

Cualquiera podría pensar que Rubalcaba seguirá mandando en Interior. Pero cuidado con el discreto segundo, que tiene unos meses para lucirse. Las políticas maestras del ministerio están diseñadas, y no se esperan más sorpresas que la que pueda dar el propio Camacho al frente de Interior. Tiene ganas.