Generación Tahrir

La puerta abierta

ÁLVARO ALSINA

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Los ánimos fluctúan de un modo extraño en unas circunstancias tan poco usuales como las de estos días. El cansancio empieza a acumularse en la gente que está en la plaza de Catalunya desde el primer momento.

Cuando oímos que hemos recogido 45.000 firmas a favor de esta acampada, a más de uno nos han saltado las lágrimas. Lágrimas de emoción, lágrimas nerviosas, de cansancio, y en algunos momentos de cierto miedo.

Lo que estamos haciendo es tan grande, que a veces da miedo de que pueda terminar por romperse. Los grandes momentos son frágiles, por desgracia.

Es muy importante recordar a la gente que este espacio que hemos creado, autogestionado y libertario, se sostiene gracias al titánico esfuerzo de mucha gente que quiere cambiar las cosas, que quiere demostrar que el camino se hace al andar, que en cinco días hemos construido un espacio que funciona y donde la gente puede vivir, aprender, disfrutar, sufrir e incluso enamorarse.

Hemos construido una forma de vivir a pequeña escala en cinco días. La buena voluntad de todos nosotros es lo que lo hace posible y, por lo tanto, trasladarlo a gran escala no es más que un acto de buena voluntad de toda la sociedad.

Estamos acostumbrados a una forma de política que nos permite olvidarnos de los demás y que sin duda nos hace personas más pequeñas. Sin embargo, esto puede cambiar.

El sistema que proponemos es posible solo si los ciudadanos toman plena conciencia de que tenemos que perseguir el bien de la colectividad para encontrar el bien del individuo. Este sistema es posible si todos estamos dispuestos a crecer cada día y a esforzarnos siempre para construir un mundo mejor.

No hay lugar para los cobardes, ni para los vagos. Si queréis pasar, la puerta está abierta.