ERC

En busca del bálsamo que impida regresar a las andadas

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JOSE RICO

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La frontera del bien y el mal en ERC, un partido de arraigo municipalista, es demasiado difusa como para garantizar una noche electoral tranquila. Es cierto que conseguirá su gran reto, mantenerse como tercera fuerza en concejales (ahora tienen 1.580, más del triple que la cuarta fuerza), pero hay dos serias amenazas que pueden emborronar el logro. La primera es rebajar los 1.278 ediles del 2003, cifra con la que Esquerra descorchó champán. La segunda, más importante, es el resultado en Barcelona.

Las urnas determinarán si Jordi Portabella ha logrado que cuaje su coalición con los otrora rivales de ERC, Joan Laporta y Reagrupament. Repetir los cuatro regidores actuales ya sería considerado un éxito. No llegar a esa cota devolvería la decepción a unas huestes vapuleadas en las autonómicas de noviembre, sobre todo si los independentistas quedan fuera de juego en los pactos poselectorales.

Esquerra considera casi imposible seguir dirigiendo las diputaciones de Lleida y Girona ante el auge de CiU, así que será clave comprobar si puede mantenerse en los gobiernos de Tarragona y Girona, así como retener sus dos principales alcaldías (Manlleu y Palafrugell) y ganar alguna cargada de simbolismo (Arenys de Munt).

A medio plazo, Joan Puigcercós podrá calcular esta noche las opciones de articular una candidatura unitaria en el congreso de otoño, para ceder el timón con el partido en paz. De entrada, hoy Portabella puede relanzar sus posibilidades o caer ya de las quinielas.