MIRADOR

Una huelga en campaña

VICENÇ VILLATORO

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E stoy convencido de que en la convocatoria de la huelga general de mañana no se ha pensado ni un instante en el impacto en las elecciones catalanas. En primer lugar, porque me parece que el mundo de Madrid, en general, partidos y sindicatos también, entiende poco las llaves específicas de la campaña catalana y su trascendencia. Pero, también, porque el impacto de la huelga en la campaña será, probablemente, muy lateral, que no quiere decir del todo inexistente.

Políticamente, podríamos decir que la huelga general es un asunto de familia de las izquierdas: los socialistas reciben la crítica directa de sectores situados a su izquierda. En términos electorales, eso abre un frente en el PSC. Las fuerzas a su izquierda, particularmente Iniciativa per Catalunya -Esquerra Republicana tiene más problemas de ubicación en este eje-, pueden optar a votantes socialistas descontentos por lo que interpretan como un giro a la derecha. Además, la huelga general dinamita al PSC una eficaz y contrastada estrategia electoral: la llamada al voto útil de izquierdas para frenar a la derecha. Tocada ya por el pacto vasco, la reedición del Si tú no vas, ellos vuelven es más complicada después de la convocatoria de la huelga.

Pero, en política, existen los vasos comunicantes, y cuando se te abre un flanco por donde puedes ser atacado desde la izquierda, teóricamente se te abre también la oportunidad de optar a un electorado a tu derecha, más centrista. Las medidas que llevan a la huelga pueden recibir el aplauso de capas medias de centro y, por lo tanto, permitirían al PSC intentar compensar aquello que puede perder por la izquierda con los votos que podría disputar a Convergència i Unió en el ­centro.

Y aquí se puede producir una de las paradojas de esta campaña. El PSC ha decidido centrar la campaña en la movilización del voto del cinturón industrial, de clases populares provenientes de la inmigración. Y ha intentado movilizarlo en términos nacionales, contra las aventuras independentistas. El ministro Celestino Corbacho aparece como la garantía contra cualquier veleidad nacionalista... pero, al mismo tiempo, es el ministro al que le hacen la huelga general. Puede ser que el electorado al cual se quiere atraer volviendo a lucir los vínculos con el PSOE sea, precisamente, el más decepcionado por la cuestión social con el PSOE y con Zapatero. El que vaya más a la huelga.

Mientras que el electorado que iría menos a la huelga, al que se podría atraer gracias a esta, digamos, evolución centrista, el que está en la frontera con Convergència i Unió, sea el que ve con malos ojos el abandono de posiciones más explícitamente catalanistas. Tal vez por ello, para los partidos catalanes, casi con la única excepción de Iniciativa per Catalunya, la huelga de mañana es un ruido distorsionador, y más bien incómodo, en medio de la campaña.