Desenlace feliz en África // Los entresijos

Un multimillonario mauritano desatascó la negociación final

Militares tuareg patrullan en la ciudad de Gao (Malí), a principios de marzo, días antes de la liberación de Alicia Gámez.

Militares tuareg patrullan en la ciudad de Gao (Malí), a principios de marzo, días antes de la liberación de Alicia Gámez.

BEATRIZ MESA / MAYKA NAVARRO
RABAT

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La negativa del Gobierno mauritano a ceder al chantaje de los salafistas es clave a la hora de entender por qué el secuestro de Albert Vilalta y Roque Pascual ha sido el más largo de la historia de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Mauritania no solo se opuso durante meses a liberar a uno de los hombres de confianza del cerebro del secuestro, cuya entrega era una de las condiciones del rescate, sino que también condenó a muerte a los salafistas que asesinaron a cuatro turistas franceses.

Los motivos de esa resistencia de Mauritania a colaborar en la resolución del rapto no están claros. Algunas fuentes apuntan que para este país fue una humillación que España eligiera como mediador a Mustafa Chafi, opositor al actual régimen y que se exilió a Burkina Faso tras el golpe de Estado del 2007. Sea cual sea la causa, lo cierto es que la actitud de Mauritania empezó a cambiar cuando la diplomacia española aceptó la incorporación de un nuevo mediador, Mohamed Boumataou, un influyente hombre de negocios mauritano, multimillonario y, lo que es todavía más importante, amigo personal del presidente del país, Mohamed Ould Abdelaziz.

Él se encargó de convencer a la máxima autoridad de Mauritania de que era necesario liberar al salafista Omar Uld Sid'Ahmed Uld Hame, también llamado Omar Saharaui, condenado a 12 años de prisión por su participación en el secuestro de los cooperantes, para desbloquear la liberación Pascual y Vilalta. Con este gesto, Mauritania podía, además, recuperar la credibilidad internacional tras el fracaso de la operación de liberación de un rehén francés, Michel Germaneua, degollado hace dos semanas por otra rama de Al Qaeda.

SEÑAL INEQUÍVOCA / El comunicado hecho público por el líder de esta célula, el argelino Abu Zeid, tras la muerte del ciudadano francés fue precisamente el que puso sobre aviso a los servicios de inteligencia españoles: las negociaciones con el captor de los dos catalanes, Mojtar Ben Mojtar, iban por buen camino. Zeid instaba a este a no ceder a las presiones de Occidente y le pedía que incluyera entre las exigencias del rescate a los ocho salafistas encarcelados en Nuakchot, la capital mauritana. Señal inequívoca de que los captores habían decidido ceder. Poco después, los mediadores comunicaron al Gobierno español: «Las cosas van por buen camino y estarán en casa antes del final del Ramadán».

Los captores tenían ya en ese momento la garantía de que el presidente mauritano iba a excarcelar al preso salafista. Días después, el lunes de la semana pasada, Saharaui fue liberado y extraditado a Malí. España ya había cumplido con una de las condiciones del rescate para acabar con la pesadilla de los cooperantes.

SIETE MILLONES / Fuentes militares mauritanas aseguraron ayer que también se habían abonado los siete millones de euros incluidos en el paquete negociador, cantidad que hay que sumar a los tres millones que costó la liberación de Alicia Gámez.

Solo quedaba organizar la puesta en libertad de los voluntarios, de la que debía encargarse el mediador Chafi. Este llevaba varios días a la espera en la zona cuando ayer por la tarde trascendió que ya había recogido a Vilalta y a Pascual tras ser liberados por los terroristas y que los estaba trasladando a Burkina Faso en su todoterreno, como ya hizo anteriormente con Gámez.