Golpe contra la especulación

Artículo de Vicenç Villatoro: 'El oasis catalán'

VICENÇ Villatoro

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Esta semana se ha vuelto a hablar mucho del oasis catalán. Esta expresión se popularizó en 1936, entre las elecciones de febrero y el comienzo de la contienda. En aquellos momentos, en el conjunto español se vivía un clima de altísima confrontación, crispación y violencia, en las palabras y en los hechos, preludio ya de lo que sería la guerra civil. En cambio, estos meses del año 1936 fueron en Catalunya de relativa tranquilidad. Hasta el punto de que –como recoge Ferran Soldevila en una crónica de junio de 1936 que se acaba de publicar en el volumen Entre la dictadura i la revolució– había familias de otras tierras hispánicas que abandonaban su domicilio habitual para establecerse en Barcelona.

Pero este oasis catalán se demostró un espejismo. Cuando el 18 de julio parte del Ejército se levantó contra la legalidad republicana y abrió así la caja de Pandora de la guerra civil, Catalunya no fue en absoluto un oasis. El ciclo de la revolución, de los enfrentamientos internos en la retaguardia republicana, de la guerra propiamente dicha y de la represión franquista fue en Catalunya especialmente sangrante y violento. En parte por factores exógenos, que venían de fuera, pero en parte también por tensiones internas, que ya existían en el tiempo del teórico oasis.

En cualquier caso, la expresión «oasis catalán», que falló como descripción de la realidad, expresaba en aquel momento un anhelo noble. Ahora parece que tenga que usarse con distancia paródica, como si el oasis fuera el equivalente de la hipocresía, y se aprovecha para hacer juegos de palabras y hablar de balsas o de cloacas pútridas. Pero en su origen, el oasis catalán expresaba la aspiración de construir una Catalunya donde fuera posible resolver los problemas de forma civilizada y democrática, evitando la confrontación, la crispación y la violencia. El oasis no negaba la existencia de los problemas. Pero soñaba con un país capaz de resolverlos sin entrar en las exclusiones y la voluntad de destruir al adversario que desembocaron en la guerra civil. El oasis no era algo malo, cuando nació la expresión en 1936. Solo había un problema: no existía. Era un espejismo.

Me parece injusto que esta vieja expresión se use hoy con este aire de desprecio y de parodia. Como si los oasis fueran indeseables, negativos, y lo que hiciera falta fuera la crispación, la confrontación y la descalificación. El oasis del 36 no respondía a la realidad, pero como aspiración era positivo. No dibujaba una Catalunya idílica y perfecta. Simplemente, expresaba la vocación de resolver los problemas de una manera razonable y pacífica. Ojalá hubiera habido oasis, entonces.