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Cosa de todos

CARLES Duarte

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Uno de los eslóganes más logrados de la primera legislatura deJordi Pujolal frente de la Generalitat fueEl català, cosa de tots,que proclamaba Norma, joven protagonista de una campaña impulsada porAina Moll,directora general de Política Lingüística. Esta acción tuvo un eco extraordinario al conectar de un modo amable y nada conflictivo con un sentimiento ampliamente compartido de que el catalán, una vez superada la persecución y la marginación del periodo franquista, era patrimonio de todos los que vivimos en Catalunya y transmitía el mensaje de que todos debemos sentirnos llamados a utilizarlo no contra nada ni nadie, sino como expresión de nuestra personalidad colectiva.

Y ciertamente la actitud responsable del conjunto de la sociedad catalana y el buen hacer de las instituciones, con independencia de los partidos que las hayan gobernado, han conseguido que no se haya producido un conflicto lingüístico, sino una convivencia fundamentada en el respeto y en una conciencia clara y no belicosa de la identidad.

Si hay que hacer caso de los resultados electorales, una clara mayoría de la población catalana suscribe el modelo lingüístico vigente. Esto no resta legitimidad a la discrepancia, pero exige no sobredimensionarla. Resulta lamentable que periódicamente desde fuera de Catalunya se proyecten manifiestos para imponer a los catalanes un modelo lingüístico diferente al que las fuerzas mayoritarias han acordado. Solo se justificaría esa intromisión si realmente se produjera una vulneración de derechos fundamentales o se constatara una discriminación por la lengua.

Pero precisamente el objetivo de la legislación y de las políticas institucionales es garantizar que todos conozcan bien, como mínimo, las dos lenguas oficiales, que puedan usarlas sin limitaciones y que el catalán tenga presencia pública habitual, al ser lengua propia. El desequilibrio a favor del castellano es evidente y comprensible en los territorios españoles sin doble oficialidad lingüística. De igual modo, a nadie debería extrañar en un reequilibrio natural que el catalán fuera especialmente promovido en Catalunya.

Que los principales dirigentes políticos españoles polemicen sobre el catalán es preocupante. Es de agradecer que el presidenteZapaterodemuestre sensibilidad y criterio al asumir los puntos de vista ampliamente mayoritarios de los catalanes y irrita que otras fuerzas se empeñen en decir desde Madrid cómo tenemos que hacer las cosas en Catalunya, sobre todo cuando la experiencia lingüística es francamente positiva. La escuela no puede ser un instrumento para dividir a la sociedad catalana en dos comunidades lingüísticas. Como en 1982, hay que proclamar serena y alegremente que el catalán es cosa de todos.