Opinión |
9J
Pilar Rahola

Pilar Rahola

Periodista y escritora

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¿Cuándo son las europeas?

Estas elecciones no interesan, pero algunas decisiones posteriores nacerán de sus resultados, y no serán menores

Sánchez asume que Milei no rectificará y enfría la crisis para evitar el cruce de declaraciones

Pablo Iglesias e Irene Montero meten en campaña el juicio contra su acosador: "Es la punta de lanza de la violencia mediática"

Leonard Beard

Leonard Beard / DPA/ PHILIPPE STIRNWEISS

Las previsiones auguran una participación inferior al 40% y, viendo la insoportable carencia de interés de la campaña, no es probable que aumente la motivación. Además, unas europeas no cambian el sentido de ningún gobierno, ni son la revancha de otras elecciones, de forma que se acentúa la inapetencia del votante que, sumada a la fatiga por tantas elecciones, confirma la sensación de poca utilidad del voto. Después pasan cosas en Europa que rectifican esta impresión, no en vano las decisiones de la UE afectan a nuestras vidas, pero cuanto más lejano es el poder, más borroso se percibe. De momento, después de unas generales y de unas catalanas, y con el bajo nivel de la campaña, se puede confirmar que las ganas de ir a votar el 9J están bajo mínimos.

Aun así, las europeas pueden tener algunos efectos colaterales que sacudirán la vida política posterior, especialmente si las previsiones se confirman. Por ejemplo, la derrota del PP, sea porque pierde, o porque gana por la mínima. También puede haber alguna aparición extraterrestre estilo Ruíz Mateos en versión 2.0, en este caso un tal Alvise y su 'Se acabó la fiesta'. O, por el lado izquierdo, se puede perpetrar el derrumbamiento de Yolanda Díaz por 'sorpasso' voraz de Podemos, que con Irene Montero tiene números para convertir a Sumar en una resta. Y respecto a las opciones catalanas, más bien puede profundizar la crisis del independentismo que aligerarla. Puede haber, pues, un interés escaso en las europeas, pero sus resultados harán salivar todos los análisis posteriores.

El caso PP es el más interesante, porque puede volver a repetir la jugada de ganar las elecciones, y perderlas igualmente, si el resultado con el PSOE sale, como parece previsible, bastante igualado. En las generales ya se les calentó el cava y desde entonces no han conseguido resolver su problema más importante: deshacerse de Vox, que les aleja del espacio central español. Por eso Sánchez hace crecer la pelea gallinácea con Milei, porque de rebote da protagonismo a Vox, y todo lo que gana Vox, lo pierde el PP. Churchill decía que la política era más peligrosa que la guerra, porque en la guerra solo se puede morir una vez, y este podría ser el destino de un Feijóo que, saliendo de una posición eufórica de ganador lo 23J, ha visto cómo Sánchez conseguía la presidencia, resultaba decisivo en Euskadi, ganaba en Catalunya y ahora podría empatarle en Europa.

Un empate que tendría tal regusto a derrota que podría acelerar la otra decisión que sobrevuela el escenario: la posibilidad que un Sánchez empoderado por estos últimos meses de resistencia triunfante avanzara las elecciones. La pelea histriónica que ha protagonizado con Milei, con los excesos pertinentes -ha actuado como un Rey Sol, confundiendo a su persona y a su mujer con el Estado-, y la sobreactuación con el tema de Israel, buscando la confrontación directa, tienen este objetivo: consolidar su liderazgo para avanzar las urnas.

Con un añadido que se enlaza con la posible victoria de Podemos por encima de Sumar. Es un hecho que Sánchez se ha dedicado a limar a sus aliados de izquierdas -Israel y Milei le sirven para este objetivo-, pero también son evidentes los errores de Yolanda Díaz, que llegó a creer que podía reinventar su espacio tirando el lastre de Podemos por la borda. El resultado es a estas alturas catastrófico: hundimiento en Galicia, en Euskadi y en Catalunya, y ahora la posibilidad de que Irene Montero le pase la mano por la cara. Más fragmentación en la izquierda de la izquierda, y más votos para Sánchez, que va devorando el espacio.

Finalmente, un apunte para el independentismo, con una ERC en fase catatónica y tentada de seguir la estrategia de alianzas con el PSOE, si las bases no la obligan a rectificar. De momento, mientras no se reinventa, puede tener unos resultados ínfimos en Catalunya, si bien quedarán disimulados por el frente común con Bildu y BNG. Junts, en cambio, parte de la tendencia al alza de las catalanas, pero Puigdemont no se presenta, y el dúo Comín-Torbisco ha virado tanto hacia el discurso Comuns que puede desanimar a una parte del votante natural de Junts. También aquí, mucha incertidumbre.

En definitiva, las europeas no interesan, pero algunas decisiones posteriores nacerán de sus resultados, y no serán decisiones menores.