Escenario poselectoral
Rafael Jorba

Rafael Jorba

Periodista. Secretario del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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Escribamos una nueva página

Los ciudadanos de Catalunya han pasado página del ‘procés’ por mucho que Carles Puigdemont siga intentando hinchar el globo desde Argelers: el globo se ha pinchado

Fachada de un edificio de Barcelona con banderas española, una 'senyera' y una 'estelada'.

Fachada de un edificio de Barcelona con banderas española, una 'senyera' y una 'estelada'.

Ya resumí la lectura de los resultados del 12M en mi análisis de urgencia ‘No suma y no sigue’: la “mayoría del 52%” –en realidad, del 48%– que reivindicaban ERC, JxCat y la CUP desde las elecciones de hace tres años queda ahora por debajo del 40% y a 9 escaños de la mayoría absoluta (68). Los ciudadanos de Catalunya han pasado página del ‘procés’, por mucho que Carles Puigdemont siga intentando hinchar el globo desde Argelers: el globo se ha pinchado. Las fuerzas políticas, con Salvador Illa como claro vencedor en votos y escaños, deben optar entre seguir emborronando la página pasada, con vetos cruzados, o escribir una nueva página.

Para esta tarea ya no valen los parámetros mentales de la Catalunya de seis millones de habitantes de la etapa pujolista ni la nueva ‘sociovergència’ que evocan avezados analistas. Hay que hacerlo desde la Catalunya de los ocho millones de 2024. Entonces, como ahora, el objetivo compartido es mantener la unidad civil: el binomio “ciutadans de Catalunya” del ‘president’ Tarradellas. Hay que renovar el pacto de ciudadanía, el código de derechos y deberes compartidos, para rehacer el consentimiento social que se ha roto en los años del ‘procés’ y del ‘contraprocés’.

Ambos fenómenos, con ‘tempos’ e intensidades distintas, se han ido alimentando mutuamente, así en Madrid como en Barcelona, y han añadido carga identitaria al debate. Por el camino se han ido rompiendo los consensos políticos fundacionales y el consentimiento social que concitaban. El ‘procés’, con toda su carga simbólica y emocional, rearmó al nacionalismo español de Cs, en una primera fase, y a la extrema derecha de Vox después, con un PP cautivo y desbordado, y que había sido el primero en atizar el fuego con su campaña contra el Estatut del 2006. Ahora, la irrupción de la extrema derecha independentista de Aliança Catalana cierra este círculo vicioso. La abstención, como muestra de desafección, y el voto de rechazo.

La nueva página que hay que escribir desde Catalunya debería, de puertas afuera, restar carga simbólica al debate público comenzando por la defensa de la alteridad, es decir, la identidad del otro, en un marco europeo de soberanías y ciudadanías compartidas en el que no hay identidades estáticas sino procesos de identificación de geometría variable. Y, de puertas adentro, urge reforzar las políticas sociales, la defensa de los servicios públicos, para evitar la pugna entre los pobres y los más pobres, es decir, aquellos que acaban de llegar. Más recursos y menos discursos.

En plena quiebra emocional del ‘procés’ escribí un texto, con el título de un verso de Maragall –‘Déu te guard, bandera blanca’– en el que evocaba una nueva primavera catalana. Ha tardado en llegar, y deberíamos aprovecharla. No se pueden abordar los temas divisivos sin antes normalizar la vida política, el trabajo parlamentario y la gestión de gobierno. Ponía entonces el ejemplo de una comunidad de vecinos: “Sí discuten sobre las banderas de los balcones, seguro que no se pondrán de acuerdo, pero si lo hacen primero sobre la necesidad de construir una rampa de acceso para discapacitados físicos en la entrada del edificio, es posible que lleguen a un consenso”.

Diputados y diputadas, abran la puerta a la transversalidad para debatir sobre la gestión cotidiana: es el primer paso para rehacer el consenso político y el consentimiento social

“Quizás incluso los vecinos más exaltados de la ‘estelada’ y la española, pero que tienen en casa una persona discapacitada, votarán en el mismo sentido. Después, una vez normalizada la vida de la comunidad, una vez recuperada la empatía y el diálogo, será el momento de hablar de las banderas, de recordar que no son comestibles, ni una ni otra, y que la historia nos enseña que a menudo resultan indigestas.” (‘política&prosa’, noviembre de 2018). Aquel texto, que tuvo un éxito descriptible, tiene hoy plena vigencia: diputados y diputadas, abran la puerta a la transversalidad empezando por debatir las urgencias de la gestión cotidiana.

Este es el primer paso para rehacer el consenso político en los grandes retos de país y el paso previo para reconstruir el consentimiento social. También en los temas ligados al consentimiento lingüístico: no podemos seguir cayendo en el error de ligar el furo del catalán a una determinada apuesta política ni acotar su destino a un determinado techo institucional. Sería continuar desirviendo la lengua: el uso social del catalán ha retrocedido durante la última década en las generaciones que lo tenían como vehicular en la escuela. Sí, escribamos una nueva página.

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