Décima avenida
Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

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Israel, 51º Estado de la unión

Las concentraciones en los campus universitarios reafirman que el apoyo al Estado hebreo es un asunto de política interior en Estados Unidos

Violencia en los campus de EEUU por la guerra en Gaza: "La universidad lo está gestionando de forma terrible"

De Vietnam y el 'apartheid' a Gaza: los campus de EEUU, de nuevo en la línea de frente político

Leonard Beard

Leonard Beard / X

Recién llegado a Washington llevé a enmarcar a una tienda en Bethesda (Maryland) un viejo mapa de principios del siglo XX que encontré en una vetusta librería de libros y objetos de segunda mano en Jerusalén. Era un oscuro proyecto de partición de la Palestina del mandato británico que no se aplicó, porque el olvidado plan de paz en que se sustentaba jamás fructificó, un recordatorio para mí de que el conflicto entre palestinos e israelís produce mapas por encima de sus posibilidades y de que en esa parte del mundo no hay que fiarse de las palabras, los proyectos ni los planes, sino de las acciones de los agentes implicados. El enmarcador de Bethesda se interesó por el mapa y charlamos sobre la situación en la zona. Cuando escuchó palabras como “legalidad internacional, “derechos humanos” y “Estado palestino” me dijo que esas ideas, en Estados Unidos, eran “antisemitas” y me recomendó precaución. Fue uno de mis primeros encuentros con lo que significa en EEUU Israel, el 51º Estado de la unión.

Hay muchas teorías respecto el porqué de la importancia de Israel en el país y del apoyo incondicional de Washington a Tel-Aviv. Una de las más extendidas, que reproduce clichés estos sí antisemitas que beben de los Protocolos de los Sabios de Sión, habla de la influencia del mal llamado lobi judío en la política estadounidense y en instituciones como los medios de comunicación. Norman Finkelstein, en su clásico libro ‘La industria del holocausto’, puso el énfasis en la relación (cultural y social, no solo política) entre la existencia de Israel y el Holocausto. Noam Chomsky suele defender que Israel es el brazo armado geopolítico de EEUU en Oriente Próximo, y otras tesis sostienen que la psique profunda de la sociedad estadounidense, desde sus mitos fundacionales hasta la imagen que tiene de sí misma, es similar a la israelí: los colonos que huyeron de Europa para labrarse un futuro, que sobrevivieron a la vida de frontera, que se enfrentaron a sangre y fuego a poblaciones locales y que construyeron un gran país contra todo y contra todos. Otro factor para tener en cuenta es que muchos israelís tienen la doble nacionalidad y que muchos estadounidenses tienen vínculos personales y familiares con el país.

Sea como sea, el apoyo a Israel no es un asunto de política exterior en EEUU, sino de política interna tan profundamente enraizado que para un político declararse pro-palestino o antisionista en el país casi era un tabú circunscrito a algunos círculos académicos y lo que allí se considera la extrema izquierda. De ahí el impacto que supone en el país la imagen de los campus universitarios repletos de estudiantes y profesores manifestándose y acampando no solo contra la guerra de Gaza, sino contra el apoyo de la administración de Joe Biden a Binyamin Netanyahu. Que entre los demócratas en EEUU cunda la preocupación de que Gaza y el apoyo incondicional a Israel (el de los hechos, no el de las palabras) pueda pasarle factura electoral a Biden en las presidenciales es novedad. Hasta ahora, lo que pasaba factura electoral es no ser sionista sin fisuras ni complejos.

En el contexto de la polarización que vive EEUU desde hace años, el apoyo a Israel, que solía ser transversal e incuestionable, se ha convertido en un motivo más de guerra política, como la raza o la igualdad. Apoyar a Israel es visto como formar parte del ‘establishment’, desde la policía de Nueva York hasta los rectores de las universidades, pasando por el Capitolio. Hay brecha generacional al respecto, pero sobre todo una divergencia radical en la visión del mundo. Al enarbolar la bandera palestina y sufrir las cargas policiales, los estudiantes no hablan solo de Gaza, sino de qué tipo de mundo y de EEUU quieren. Seguramente son minoría y está por ver si Gaza realmente tendrá un peso electoral en las presidenciales, pero entre el daño que Netanyahu y sus socios infligen a Israel y al proyecto sionista desde el 7-O no es en absoluto desdeñable la pérdida de la transversalidad social en EEUU del apoyo al Estado hebreo. Manifestaciones como la de estos días eran impensables. Hoy, son un grito de rebeldía. El viejo recurso de acusarlas de antisemitismo será difícil que las acalle. Son pésimas noticias para Israel.

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