PSOE e independentistas
Ernest Folch

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Editor y periodista

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Duelo de misticismos

La escenificación de Pedro Sánchez le ha enseñado al independentismo que es su principal competidor en días históricos pero su gran aliado en su lucha contra los poderes oscuros del Estado

Consulta el texto completo del discurso de Pedro Sánchez en el que anuncia que no dimite

¿De qué se acusa a la mujer de Sánchez?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / EP

La política concebida como una representación ha entrado en una nueva dimensión. La fabulosa obra de teatro de Pedro Sánchez se ha quedado la posesión de pelota mediática durante cinco interminables días, con todos sus telediarios, incluida la catarsis del sábado. La escenificación, como cualquier obra, ha tenido tres momentos básicos: el ‘shock’ inicial, el flirteo con la tragedia (con la filtración de su visita al Rey, percibida por todos los analistas como la antesala de su dimisión) y, finalmente, la mayúscula y trabajada sorpresa final, que consistía curiosamente en que no pasara nada. Pero atención, porque esta miniserie llamada el regreso de Pedro no terminó aquí, la segunda temporada empezó con la comparecencia de Feijóo, que confirma que el episodio solo servirá para inocular todavía más rabia a la ya de por si colérica derecha política, mediática y judicial. La maquinaria siniestra del Madrid central ha picado una vez más el anzuelo de Pedro: se creyó como toda España su renuncia y promete convertir su enésima frustración por no haber podido terminar con él en la madre de todos los ataques de ira. Una vez más, la derecha creía tenerlo muerto y una vez más ha resucitado.

Si Pedro Sánchez quería que su gesto diera paso a un cambio de aires en la opinión pública española, sin duda habrá fracasado. Pero si su objetivo era encender todavía más a la jauría fascista, puede haber encontrado, como ya lo hizo con los indultos o la amnistía, otro fabuloso bidón de gasolina. Sánchez sabe que nadie le va a ganar en un escenario en el que el foco está en la ultraderecha y en sus atroces métodos de presión política: con el ataque coordinado mediático-judicial contra su mujer vio un regalo del destino, no sin antes convertirlo en uno de sus típicos y desconcertantes juegos de malabares. Con Pedro Sánchez siempre es difícil distinguir donde termina la genialidad y donde empieza la frivolidad, pero lo que es indudable es que la martirología escenificada estos días le ha servido para recuperar la iniciativa política pero también para propinar una descomunal patada al tablero de las elecciones catalanas, que de repente ha convertido, guste o no, en unas españolas. Una campaña que iba de Carles Puigdemont y de su posible vuelta va de repente de Pedro Sánchez y de su lucha contra la ultraderecha. En este fabuloso duelo de misticismos, el mito del retorno del presidente en el exilio ha sido sustituido de momento por el mito del presidente renacido. La narrativa del que iba a volver ha sido cambiada por el relato del que no se ha ido, como si una vez más Sánchez le hubiera redoblado la apuesta a Puigdemont. Lo fascinante de todo este drama es que le ha enseñado al independentismo que, por mucho que brame, su único aliado posible es la izquierda española de la que tanto reniega. Esquerra y Junts saben que en su lucha contra los poderes fácticos y oscuros del Estado su único socio posible es precisamente este Pedro Sánchez que les dio la amnistía, pero que les acaba de robar la cartera delante de sus narices. Por quedarse, se ha quedado hasta los días históricos.

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