Error del sistema
Emma Riverola

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Escritora

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El elogio revolucionario

Illa celebró la sintonía con la actual consellera del ramo, Natàlia Garriga. ¿Un candidato desperdiciando la posibilidad de disparar a un adversario? 

El líder y candidato del PSC, Salvador Illa, en un acto del partido

El líder y candidato del PSC, Salvador Illa, en un acto del partido / MANU MITRU

Pues ya estamos en campaña. ¿Hay alguien en la sala impaciente por votar? Un silencio profundo, una quietud de siesta de domingo se apodera del local imaginado. Algún entusiasta habrá, seguro. Pero la desgana cunde en la mayoría y se intuye más participación por responsabilidad que por ilusión. Es lo que hay. Quizá no deja de ser el lógico bajón después de tiempos convulsos. O el cansancio que provoca la crispación política. O el temor a quedar empantanados en un resultado que fuerce a provocar nuevas elecciones. O el recelo ante la posible saturación de promesas y arengas. No más castillos en el aire, por favor. Si se tiene que hablar de moradas, mejor centrarnos en la tragedia inmobiliaria. 

Quince días para la ‘fiesta de la democracia’. Quince días para movilizar el voto. La apatía del electorado es un reto para los partidos. ¿Con qué ocurrencias tratarán de animar la cita con las urnas? Da miedo pensar en el arsenal de artificios que pueden tener preparados. Ahora un ataque a este. Ahora una embocada al otro. Y la campaña convertida en un campo de batalla. 

En un acto reciente, Salvador Illa expuso el decálogo de medidas del PSC para el ámbito cultural. Desgranaba el político sus propuestas cuando, ¡oh sorpresa!, celebró la sintonía con la actual consellera del ramo, Natàlia Garriga. Aseguró el político que, durante la legislatura que ahora acaba, había sido posible desarrollar una provechosa colaboración. Ella “ha ido con la verdad por delante. Y nosotros hemos sido leales”. ¿Un candidato desperdiciando la posibilidad de disparar a un adversario? Aquella afirmación no pasó desapercibida. Quizá más de uno debió pellizcarse. Y no, no era un sueño. Al finalizar el acto, los asistentes se hacían eco del comentario. Un elogio se había convertido en relevante e, incluso, en esperanzador. Quizá valdría tomar nota. No siempre un ataque en la mejor defensa, ni siquiera un modo de llamar la atención. Los reproches y las quimeras solo nos han conducido al desánimo. 

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