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Joan Tardà

Joan Tardà

Exdiputado de ERC.

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Catalanes migrantes en el nuevo Govern

Más allá de los programas en pro de la justicia social para el conjunto de la sociedad presentados en periodo electoral, también existen pronunciamientos dotados de una enorme carga simbólica e intangible de compromiso hacia la Catalunya “de todo el mundo y para todo el mundo”

Concentración en Ripoll para pedir el padron para todos los habitantes

Concentración en Ripoll para pedir el padron para todos los habitantes / JORDI OTIX

Las candidaturas de la izquierda catalana hacen prever que el número de parlamentarios provenientes de la inmigración será inferior al de la anterior legislatura.

Esquerra, que siempre ha sido el partido con más cargos electos 'extranjeros' en todas las instituciones, presenta una sola persona en puestos de salida. El PSC, igual, tan solo una. En cuanto a Comuns y la CUP, todavía peor: ninguno. Las listas de izquierdas, pues, han dado un paso atrás. En cuanto al centro-derecha independentista, ningún parlamentario en la pasada legislatura y, en cuanto a la que vendrá, tan solo una ciudadana nacida en el extranjero de padres catalanes.

Una regresión que invita a ser interpretada como una derrota de la izquierda en una coyuntura en la cual el debate sobre la inmigración se ha convertido en la lanza de penetración del pensamiento reaccionario en las clases populares. Con resultados constatables: desde la irrupción de Vox, el discurso desacomplejadamente racista se ha mantenido al alza al ser normalizado por el PP. Una prueba el hecho que de la necesidad por parte de la presidenta del PP Sánchez Camacho en 2010 de pedir disculpas por la propaganda del candidato Albiol utilizando fotografías de gitanos rumanos que incitaban el odio racial, se ha pasado a la normalidad con que el candidato Alejandro Fernández hace uso del término “expulsión” como una de las fórmulas mágicas para resolver todos los problemas y apaciguar los miedos instalados en la sociedad en relación con el hecho inmigratorio. Poco importa que se trate de 'soluciones' no basadas en el respeto a los derechos humanos o que obvien los anhelos de cohesión social.

Un escenario todavía más complejo a raíz de haber adquirido categoría de formulación política la xenofobia de raíz independentista resguardada en el miedo a la desnacionalización o a la desaparición de los pilares cristianos con que se conformó el pensamiento cultural europeo. Una preocupante disrupción del pensamiento catalanista de la Catalunya “un solo pueblo”.

Habiendo sonado todas las alarmas, sorprende que las direcciones de los partidos comprometidos a representar la mayoría de la sociedad catalana hayan optado para clonar tipologías parecidas de candidatos en lugar de responder a su heterogeneidad. Clases populares conformadas también por personas provenientes de todo el mundo, los porcentajes de presencia de las cuales crece exponencialmente entre los sectores con menor renta.

Quita el sueño todavía más la invisibilidad migrante en las candidaturas progresistas al no responder ni a nuestra historia nacional, hecho a golpes de oleadas inmigratorias, ni al patrimonio más preciado de la izquierda catalana de haber levantado desde siempre la bandera de la integración de los migrantes hacia la catalanidad, así como la asunción de los valores aportados por la inmigración.

Es evidente que el inmovilismo reflejado en las candidaturas exige una reflexión y ojalá se dé un golpe de timón por parte de quien tenga que conformar el nuevo Govern, de igual manera que la nueva administración se tendría que desprender de cierto paternalismo hacia los migrantes. Ciertamente, se han hecho progresos, de entre los cuales el promovido por ERC cuando se conformó el gobierno Aragonès para que las políticas de inmigración pasaran a depender de la acción gubernamental relacionada con las libertades y los derechos de ciudadanía y no, como había sido desde siempre, con los asuntos sociales. Porque tan reaccionario es asociar migrantes a amenaza como estigmatizador es hacerlo a incultura y a marginación.

De aquí la necesidad que la izquierda en los próximos años priorice políticas de redistribución de la riqueza para que la construcción de un “solo pueblo” no se convierta en una quimera. Al contrario, que el bienestar y EL progreso de las personas, el de las nacidas en el país y el de las llegadas, actúen como catalizador en la asunción de la catalanidad.

Más allá de los programas en pro de la justicia social para el conjunto de la sociedad presentados en periodo electoral, también existen pronunciamientos dotados de una enorme carga simbólica e intangible de compromiso hacia la Catalunya “de todo el mundo y para todo el mundo”, como por ejemplo que personas migrantes, es decir conocedoras de primera mano de lo que quiere decir haber estado migrando y de lo que significa querer ser también ciudadano catalán de pleno derecho, formen parte del próximo gobierno de la Generalitat. Porque como nunca deja de predicar la activista Ana Surra, republicana catalano-uruguaya, “no se trata de hacer políticas para nosotros, sino con nosotros”

Que la invisibilidad migrante en las listas electorales haya sido solo un accidente inesperado.

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