Limón & vinagre
Josep Cuní

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Periodista.

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Pablo Álvarez: los sueños son posibles

Acaba de graduarse en la Agencia Espacial Europea convirtiéndose en el tercer astronauta español de la historia

Pablo Álvarez se gradúa como astronauta y será tercer español en poder viajar al espacio

Pablo Álvarez se gradúa como astronauta y será tercer español en poder viajar al espacio

Yo seré presidente, afirmaba convencido Pedro Sánchez a quien quería escucharle. No eran muchos. Corría el verano de 2014 y ni siquiera había tenido tiempo de adaptarse al despacho de secretario general del PSOE de añejo interiorismo y apariencia inanimada.

Aquella declaración de intenciones se cumplió aunque antes tuvo que pasar por la primera estación de su 'vía crucis' político y personal. Dos años después, empujado por sus propios compañeros de partido que no compartían su estrategia, abandonó el cargo advirtiendo, como el general McArthur al dejar Filipinas, que regresaría. Y así también fue. La promesa no le evitó el dolor y la duda que le llevaron a un tiempo de reflexión como el que se está tomando estos días. Se escapó entonces a los Estados Unidos coincidiendo con las elecciones que le dieron la victoria a Donald Trump y entendiendo el mensaje, regresó y se echó a la carretera como se había comprometido hasta alcanzar su aspiración. 

Lo que vino después se está recordando profusamente estos días. Su lucha permanente contra los elementos, la fortaleza del espíritu ahora turbada y la afloración de razones del corazón que algunas razones políticas no entienden, demuestran que un sueño no se hace realidad por arte de magia, sino que conlleva sangre, sudor, lágrimas y resistencia. 

Lo sabe bien Pablo Álvarez Fernández (León, 1988) que acaba de graduarse en la Agencia Espacial Europea convirtiéndose en el tercer astronauta español de la historia. Ver su cara de felicidad y escuchar el entusiasmo con el que explica la contundencia de sus entrenamientos y la exigencia de su concentración ayuda a entender que se haya abierto camino entre más de 22.000 candidatos que, como él, aspiraban a lo más parecido a alcanzar el sueño imposible. Sin embargo, ahí está. A la espera de que le asignen una misión y poder emprender el vuelo real que sustituya a las muchas horas de simulacros. Será entonces cuando aquel niño que quería alcanzar las estrellas deberá demostrar todo lo aprendido a conciencia y que es mucho más que el bagaje académico del ingeniero aeronáutico y aeroespacial que es. 

Pasarse seis meses en órbita es otro reto que sigue exigiendo el coraje y la determinación que faciliten el camino hacia el cumplimiento del anhelo. Aplicar entonces adecuadamente y en tiempo real los conocimientos adquiridos en naves, robótica, primeros auxilios y caminatas espaciales será crucial para su supervivencia. Y hacerlo sin gravedad, enfundado en trajes pesados y guantes robustos que dificultan el desplazamiento y la agilidad del cuerpo, sin la posibilidad de una ducha reparadora ni un sofá a mano donde echarse para descansar, se convierte en un desafío personal para el que la preparación psicológica es tan importante como la física. 

De la misma manera que Picasso insistía en que la inspiración debía encontrarle trabajando, el alcance del sueño no es ajeno a la obligada constancia para poder realizarlo. Ni sus posibilidades a sus exigencias. A diferencia de Pedro Sánchez, la compensación al desmedido esfuerzo de Pablo Álvarez es que, preparándose para el espacio, se aleja de la tierra. Y esto, en estos tiempos de cólera, produce cierta envidia. Observar el planeta desde lo lejos, relativiza cualquiera de las trifulcas de sus habitantes porque la distancia no es el olvido pero sí un sedante. 

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