La espiral de la libreta
Olga Merino

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Periodista y escritora

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Vivienda: el vapor de la olla exprés

Las cuentas de la vieja, toscas y apresuradas, dejan unos 400 euros limpios al inquilino de a pie después de pagar el alquiler. Urge un plan de Estado que involucre a todas las administraciones 

Dos personas miran carteles de pisos de alquiler y compra en una inmobiliaria de Barcelona.

Dos personas miran carteles de pisos de alquiler y compra en una inmobiliaria de Barcelona. / Manu Mitru

De pequeña, en la escuela primaria, casi pierdo el pabellón auditivo izquierdo por culpa de las matemáticas. Cuando me sacaban a la pizarra, también llamada «encerado» en aquella lejana nebulosa, me turbaba del tal forma que no me salían las divisiones por tres cifras. Me quedaba clavada cual sombrilla en la playa. La maestra le tomó ojeriza a mi oreja, llevándola al límite de su torsión cartilaginosa. Si lo pienso, aún me duele. Las divisiones largas no me entraban. Tenían barrado el paso porque mi infantil cabeza se encontraba en otro lugar muy distante, jugando al cróquet con Alicia en el jardín de la reina de corazones, «¡que le corten la cabeza!». A la maestra, también. En compensación, las cuentas de la vieja siempre se me han dado muy bien y, además, el caso que hoy nos ocupa no va de divisiones, sino de restas.

Veamos. El sueldo medio en España es de 1.920 euros. Estupendo. Según datos del INE, el jornal más común entre la ciudadanía es de 1.542 euros brutos al mes. Bien. De acuerdo con otro parámetro, el salario de referencia metropolitano se sitúa en 1.516 euros; es decir, la remuneración suficiente para que una persona con trabajo y su familia puedan vivir con dignidad. Si hablamos de Barcelona, mi querida ciudad, donde nací y donde vivo en un barrio de lo que se entendía por clase media, los monises necesarios para la subsistencia ascienden a 1.638 euritos mensuales. Sigamos. El precio del alquiler medio en la capital catalana se situó durante 2023 en 1.136 euros. Echemos mano, pues, de la calculadora: si al salario más común le restas el alquiler medio, sale un resultado de 406 euros. Cien euros semanales para pagar la luz, el gas y Netflix e ir al súper de vez en cuando. Sin contar, claro, con que se escacharre la nevera o se te parta un empaste. La válvula de la olla exprés echa vapor como una jauría de dragones. ¿Cómo van a montarse una vida las generaciones jóvenes? 

La presión del alquiler se dispara en las seis provincias más turísticas: según la compañía Alquiler Seguro, en Baleares, por cada piso en arrendamiento que se anuncia, salen 142 novios aspirantes a inquilino (101 en Barcelona, 104 en Santa Cruz de Tenerife). Desesperante. Los canarios se echaron a la calle el fin de semana pasado contra el turismo masivo que expulsa a la población local. Entre el 40% y el 50% por ciento de los ingresos se les va en el techo, con los segundos sueldos más bajos del país.    

A todo esto, el informe anual 2023 presentado por el Banco de España alerta sobre urgencia de afrontar el problema de la vivienda: harían falta 600.000 pisos de aquí al año que viene y 1,5 en una década. Misión casi imposible. Estamos a la cola de Europa en lo que a vivienda social se refiere. Tras décadas de alegres privatizaciones, urge más que nunca consenso y un plan de Estado a largo plazo que involucre a todas las administraciones. Eso y no parches Sor Virginia cada vez que se aproximan elecciones. Tenemos ‘hard rock’, ya lo creo. Rock duro del bueno. 

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