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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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Gesto poco coherente

Anunciar una hipotética dimisión, y dejar al país en vilo hasta el lunes, es difícil de entender,en especial en Pedro Sánchez, que ha luchado tanto para mantenerse en el poder 

Pedro Sánchez   durante la sesión de control al Gobierno celebrada esta mañana.

Pedro Sánchez durante la sesión de control al Gobierno celebrada esta mañana. / David Castro

La noticia de que Pedro Sánchez se toma unos días de reflexión antes de decidir si dimite o continúa como presidente de Gobierno ha conmocionado la vida política. Sorprende aún más porque Sánchez presumía de resiliente y era considerado por sus más íntimos un hombre de acero. Y por los más distantes, o sus enemigos políticos, un 'killer' que liquidaba sin escrúpulos a sus adversarios. Pero es cierto que detrás de los políticos más duros hay una persona humana. Y Sánchez puede estar lastimado por lo que llama «una campaña de acoso y derribo por tierra, mar y aire» que en las elecciones llegó a espetarle «que te vote Txapote» (el terrorista etarra) y que ahora ha atacado la honorabilidad de su esposa Begoña Gómez. Algo parecido le debió de pasar a Adolfo Suárez cuando, criticado a diestro y siniestro –incluso por la mayoría de su propio partido– y posiblemente presionado por militares de aquel momento, dimitió en 1981 «para que la democracia no sea un paréntesis en la historia de España».

Las razones para dimitir pueden ser legítimas, pero son menos comprensibles en un político que ha combatido muy duramente –hace menos de un año– para seguir ocupando la Moncloa. Una querella de Manos Limpias, muy ligado a la extrema derecha, contra su esposa no parece una razón de suficiente peso. Manos Limpias ha fabricado muchas querellas. Y que la prensa contraria y los políticos de la oposición quieran aprovechar la polvareda levantada por el caso Koldo tampoco es algo que pueda extrañar mucho en «la máquina de fango» en la que se ha convertido –Sánchez 'dixit'– la política española. Y en la que cierta brusquedad del propio Sánchez también tiene, como mínimo, alguna responsabilidad. Recordemos que recriminó al entonces presidente Rajoy, en un debate electoral, no ser una persona honesta. 

La dimisión es un derecho de todo presidente y hay muchos precedentes. Pero el anuncio de una hipotética dimisión es más difícil de entender. Es como si un ministro de Economía dijera que estudia devaluar la moneda (pecado mortal), y la dimisión del presidente en el actual momento político interno, europeo e internacional puede tener serias consecuencias. No es algo a reflexionar con un país en vilo sino, en todo caso, a decidir. Si al final Pedro Sánchez no dimite –porque así lo decida o por los aplausos de sus partidarios– no quedará bien. Se dirá que ha sido un golpe de efecto y no habrá sido una coherente confesión de sinceridad, aunque quizás emocionalmente se pueda entender.

Pero para un político curtido, dimitir en estas circunstancias, tras haber luchado tanto para ser presidente cuando fue solo el segundo partido tras las elecciones anticipadas de julio que siguieron a una seria derrota en las municipales y autonómicas de primavera, es difícil de entender. Si dimite ahora no puede convocar elecciones –lo podría haber hecho a partir del 29 de mayo– y se abre un periodo de gran incertidumbre. El Rey deberá abrir una serie de consultas con todos los grupos parlamentarios y designar un candidato (o a alguien para que corra el plazo) que puede o no lograr la investidura. Y si nadie tras la investidura fallida y en dos meses la lograra –cosa que dado el actual contexto no se puede excluir– se tendrían que convocar nuevas elecciones. 

Todo ello en un momento político y económico muy delicado. Con elecciones catalanas el 12M y europeas el 9 de junio, con una guerra en Ucrania en la que se pide mayor implicación española y con una situación muy grave en Gaza, que había llevado a Sánchez a anunciar un inminente reconocimiento del Estado palestino. Sin olvidar que en economía habrá que tomar decisiones porque, aunque la economía española crece, Europa está al borde de la recesión y habrá que tomar decisiones. ¿Con un Gobierno en funciones y un ministro de Economía recién bautizado? 

Un político que quiera inspirar confianza a la ciudadanía –y a los países de la UE y del mundo– debe ser responsable y predecible. Y el anuncio de Pedro Sánchez –dejando en suspense al país durante cinco días– no lo es. Tendrá sus razones, y puede sentirse personalmente tocado, pero el aviso de una posible dimisión el próximo lunes no es fácil de entender. No es tan resiliente... o tiene su talón de Aquiles.

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