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Care Santos

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Escritora

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Mi bolso de Sant Jordi

Es el único día del año en que los libros y quienes los aman son el centro del mundo. Es decir, el único día en que el mundo está en orden

Sant Jordi 2024: ¿dónde y cuándo firman los autores de EL PERIÓDICO?

Parada de libros durante la Diada de Sant Jordi de 2023

Parada de libros durante la Diada de Sant Jordi de 2023

Ser una veterana de Sant Jordi me sirve para saber qué cosas tengo que meter en el bolso ese día, lo que tengo que ponerme y lo que debo o no debo hacer.

El bolso es importante. Mis imprescindibles de Sant Jordi son la pluma y la tinta. Detesto el boli. Más aún, ese boli con la marca de la cadena de librerías que me espera en las paradas. Firmo con pluma, cada año una elegida para la ocasión, lo mismo que el color de la tinta. Este año aún no me he decidido. La pluma será con mucha probabilidad japonesa y en lo que se refiere a la tinta, me debato entre los violetas y los azules tornasolados. Llevaré también algún detalle especial que añadir a las firmas. Es un día especial, muy propicio a los detalles.

Paraguas, aunque ojalá no lo necesite (qué angustia la predicción del tiempo). Pañuelos desechables, para los ataques de alergia. Caramelos de miel y limón, para los de tos. No hay que olvidar que es primavera y que Sant Jordi es un día muy largo. Y este año la cosa viene un poco dislocada. Echaré el abanico y la bufanda, que todo puede pasar. Sin olvidar el cargador del móvil, para resucitar el aparato durante el cóctel que a mediodía ofrece mi editorial, donde todos los enchufes estarán ocupados.

El atuendo. Chaqueta, porque por la mañana hará fresco pero la jornada irá hacia lo cálido, si no hacia lo tórrido. Bajo las carpas de algunas librerías hace a veces un calor terrible. Zapatos cómodos (muy importante). A los novatos de Sant Jordi se les reconoce por los pies (y por la cara de dolor). Aunque hay cosas que ni los zapatos remedian. Ese día hay mucho que caminar, las firmas están lejos unas de otras, a partir del mediodía es imposible avanzar entre la multitud, y los firmantes sufrimos lo indecible para llegar a la hora en que se nos anuncia. Así que perdón, lectores, en mi nombre y en el de todos mis colegas: haremos lo posible. Y gracias por la paciencia y la generosidad que siempre demostráis.

Aprovecho para lanzar, en mi calidad de gata vieja, algún consejillo a los novatos de la Diada: nada de zapatos de tacón o de estrenar calzado, ya ha quedado claro. Aunque hay más. Nada de beber agua. Escritores: no bebáis. No caigáis en la trampa de consumir esa botellita de agua que os dejan sobre la mesa de firmas. En Sant Jordi los escritores no podemos ir al baño. No hay tiempo, no hay dónde y, además, no está previsto. Hay que aguantar como un héroe hasta el mediodía.

Del mismo modo, mejor no comáis mucho a la hora del almuerzo. El sopor es tremendo a primera hora de la tarde. Jamás olvidaré a un pobre colega que daba cabezadas, bajo un solecito benefactor y ante una fila de asombradísimos lectores de sus novelas. El día de Sant Jordi —otro comentario de veterana— puede pasar de todo. También que los escritores se duerman mientras te firman el libro (espero no ser de esas).

Resumiendo: llevaré un bolso enorme. Meteré también la alegría y el entusiasmo, que el día y los lectores merecen. Sant Jordi es el único día del año en que los libros y quienes los aman son el centro del mundo. Es decir, el único día en que el mundo está en orden. Feliz Sant Jordi a todos. 

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