Oriente Próximo
Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

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Israel e Irán, jugando al despiste

Una primera lectura daría a entender que ambos países parecen abiertamente interesados en desactivar la misma dinámica bélica que sostienen desde hace años

¿Qué se sabe hasta el momento del ataque de Israel a Irán?

Irán neutraliza varios drones tras sufrir un ataque limitado atribuido a Israel

Una captura de pantalla facilitada por la televisión estatal iraní muestra la ciudad de Isfahan tras las explosiones escuchadas a primera hora de la mañana, Irán, 19 de abril de 2024.

Una captura de pantalla facilitada por la televisión estatal iraní muestra la ciudad de Isfahan tras las explosiones escuchadas a primera hora de la mañana, Irán, 19 de abril de 2024. / IRANIAN STATE TV (IRIB)

Era elemental suponer que Tel Aviv iba a responder por vía militar a Irán, identificado como responsable del lanzamiento realizado el pasado día 13 de centenares de drones y misiles contra territorio israelí. Pero el método elegido por Israel ha sorprendido a propios y extraños. A falta de conocer más detalles sobre lo sucedido, todo parece indicar que en la madrugada del día 19, junto a unas puntuales explosiones registradas en Siria e Irak, las autoridades iraníes han dado a conocer que sus sistemas de defensa antiaérea han derribado varios drones en Isfahan.

Se da por hecho que esa ha sido la respuesta israelí, pero a partir de ahí comienza el juego de los despistes. Por un lado, y siguiendo una costumbre muy asentada, el Gobierno israelí no ha confirmado ni desmentido su responsabilidad en dichos actos; aunque de inmediato esa postura queda anulada por las declaraciones del ministro de seguridad nacional, Itamar ben Gvir, mostrando abiertamente su descontento por considerar que ha sido un ataque “débil”. Por otro, fuentes estadounidenses, que se suponen preavisadas con horas de antelación, no solo se lo asignan a su principal aliado en la región, sino que dan a entender que se han empleado aviones y misiles. Con el paso de las horas, Washington va rebajando sus palabras hasta dejarlas en un tono ambiguo que se alinea con Tel Aviv. Pero, añadiéndose sorpresivamente al juego de despistes, es finalmente Teherán quien sale a la palestra sosteniendo que no ha recibido ningún ataque desde el exterior y que los mencionados drones habrían sido operados por elementos subversivos desde el interior del país.

De este modo, mientras la Agencia Internacional de la Energía Atómica confirma que no ha sido dañada ninguna instalación nuclear, la primera lectura de esas reacciones daría a entender que ambos países parecen abiertamente interesados en desactivar la misma dinámica bélica que sostienen desde hace años, y especialmente desde que Binyamin Netanyahu decidió, el pasado 1 de abril, provocar una escalada con el ataque a la sede consular iraní en Damasco. En consecuencia, Israel daría por restaurada la disuasión, en la medida en que ha demostrado su capacidad y su voluntad para atacar objetivos iraníes en su propio territorio, en lugar de hacerlo contra alguno de los peones que Teherán maneja en la región. Y, por su parte, Irán-que acaba de redefinir su estrategia, afirmando que responderá directamente contra suelo israelí en caso de ser atacado- consideraría que no es necesario llevar a cabo una respuesta militar ante algo que niega que haya ocurrido.

Aun en el caso de que los hechos en los próximos días confirmen esta primera impresión, nada indica que eso suponga la finalización de una confrontación salpicada de acciones violentas por ambas partes. Por un lado, sigue estando abierta la posibilidad de que Netanyahu, en la huida hacia adelante en la que está metido, vuelva a forzar la situación para tratar de eliminar el programa nuclear iraní, aunque ahora su prioridad inmediata sea desencadenar la ofensiva en Rafah, donde malviven 1,4 millones de gazatís. Totalmente desamparados. Por otro, el régimen iraní no va a dejar de apoyar y estimular a sus peones regionales para que mantengan la tensión con Israel. Y, aunque no desee una escalada que podría desembocar en una guerra regional abierta en la que saldría perdiendo, tampoco puede controlar completamente todo lo que decida hacer la milicia chií libanesa de Hizbulá o la yemení de Ansar Allah.

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