Elecciones en Catalunya
Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

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El universo paralelo de Puigdemont

El espejo en el que se mira el líder de Junts produce el mismo efecto que los ‘miramiralls’ del Tibidabo. Imágenes para la risa y otras para la congoja

Puigdemont regresará el día de la investidura y dejará la política si no es elegido president

Puigdemont avisa a quienes cuestionaron "la estrategia del exilio" que es "el camino correcto"

L’expresident de la Generalitat i candidat de Junts, Carles Puigdemont, dimarts passat. | GLÒRIA SÀNCHEZ / EUROPA PRESS

L’expresident de la Generalitat i candidat de Junts, Carles Puigdemont, dimarts passat. | GLÒRIA SÀNCHEZ / EUROPA PRESS

El 28 de octubre de 2017, Carles Puigdemont se fugó a Francia en el asiento trasero de un coche con cristales oscuros. Desde entonces, han pasado 6 años, 5 meses y 17 días, sin pisar ni su pueblo, ni Girona, ni Catalunya, ni España. Son tantas las cosas que han pasado desde entonces que el mundo que dejó le resultará poco reconocible si decide volver. Doy por descontado que él escucha RAC1 mientras desayuna, que lee más prensa catalana y española que nadie y que sigue las redes desde su cuenta de X. No es alguien que se haya marchado para olvidar. Sin embargo, 2.363 días son suficientes para padecer el síndrome del destierro. Aquel que lleva a vivir en un universo paralelo, a usar un lenguaje enmohecido y a mirarse cada mañana en un espejo que se va deformando con el paso del tiempo.

No le auguro un mal resultado a Junts per Puigdemont. Es muy probable que supere a Esquerra Republicana y que se acerque al PSC de Salvador Illa. Así son las cosas, en una sociedad como la catalana en la que siguen mandando las emociones. Su anuncio de regresar para la investidura ofrece a muchos independentistas una última oportunidad de pensar que no todo ha sido en vano. De ganar por fin una batalla, tras una peripecia que les ha sido adversa. Aunque solo sea para soñar que pueden mandar al carajo, de una tacada, a Junqueras, Aragonès, Illa y Pedro Sánchez, ya que no han podido con el Estado.

Volvamos a los 2.363 días y a las 2.363 noches que Puigdemont lleva mirándose en un espejo cada vez más cóncavo. Durante este tiempo, Catalunya ha experimentado cambios que él ha seguido de lejos. Una pandemia, una sequía pertinaz, casi medio millón más de habitantes, la mayoría inmigrantes. En no pocos aspectos, es otro país. Hay millón y medio de extranjeros y cientos de miles de jóvenes han encontrado un trabajo, aunque sea precario. Des el punto de vista político, la mudanza no ha sido menor. La amnistía rematará el 'procés', por mucho que independentistas, jueces, y el Partido Popular se empeñen en seguir suministrándole oxígeno. El problema de los catalanes es la vivienda, puede que pronto sea el de una guerra, y no la independencia, cuyo apoyo social es el más bajo des de que él se marchó.

Ello ni significa que su vuelta, de producirse, no vaya a tener un no sé qué. Los catalanes somos así. Necesitados de tanto en tanto momentos de épica para olvidar lo que pasó, sobre todo si lo que pasó fue un desastre. Sin embargo, lo más probable es que su gloria sea efímera. Al día siguiente, tendrá que volver a enfrentarse con una realidad que percibe deformada. En estos seis años, su partido perdió las elecciones municipales. Hasta en Girona, que ya es decir. Él mismo perdió dos veces las elecciones catalanas (desde Bruselas) y cuando ganó las europeas lo hizo con un millón de votos. Menos de la mitad de los que votaron el 1-O.

El espejo en el que se mira Puigdemont produce el mismo efecto que los ‘miramiralls’ del Tibidabo. Imágenes para la risa y otras para la congoja. De no ser así, un hombre que vuelve a aspirar a la presidencia de la Generalitat no utilizaría palabras que han perdido su sentido. Un ejemplo: la restitución reclamada en Elna, para dejar claro que él es un candidato singular. Restituir: devolver algo a quién lo tenía antes. ¿Para qué hacen falta elecciones, entonces? ¿Acaso Tarradellas las necesitó? El espejo de este largo exilio autoimpuesto todo lo deforma. No habrá otro ‘Ja soc aquí’. Otro ejemplo: la legitimidad reivindicada en RAC1. Legitimidad: cualidad de legítimo, de ser conforme a las leyes. ¿Acaso Pere Aragonès es ilegítimo? ¿Entonces, por qué le votaron los de Junts? Incluso formaron parte de su Gobierno.

A Blancanieves, en América Latina la titularon ‘Espejito, Espejito’, como en inglés. Y la Reina malvada, ya saben, no para de pedirle consejos al espejo. ¿Quién ganará las elecciones?, le debe haber preguntado ahora Puigdemont al suyo. Las ganarás tu president, ha contestado el espejo, asustado. Hasta ahora, todos los consejos le salieron bien, sobre todo el de las últimas generales. Puedes ser un 'king maker,' le dijo el espejito. Y así fue. Si ahora se equivoca, la Casa de los Espejos puede derrumbarse. Como en el cuento.

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