Desperfectos
Valentí Puig

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Escritor y periodista.

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Sonámbulos del 'procés'

En los comicios autonómicos, la abstención es de porcentajes elevados –hasta un 45, 51% en 1992- y siempre por encima del promedio resultante en las generales –y las municipales-

Aragonès y Junqueras en el mitin de apertura de la precampaña electoral de ERC.

Aragonès y Junqueras en el mitin de apertura de la precampaña electoral de ERC. / MANU MITRU

Puigdemont y Junqueras van a enfrentarse en las urnas con la pretensión de ganar por 'KO', pero será, si acaso, solo por puntos. Son dos púgiles que no respetan el reglamento. Nunca aceptarán que un árbitro pueda descalificarles. Ya no habrá gran premio. En fin, los sonámbulos del 'procés' acabarán siendo los beneficiadores óptimos del absentismo. En 2006, la abstención en el referéndum sobre el segundo estatuto de autonomía fue del 51,15%.

Durante sucesivas convocatorias electorales, el escrutinio favorecía al PSC si eran elecciones generales y al pujolismo si eran elecciones autonómicas. Es el voto dual. Además, la ciudadanía de Catalunya vota con distinta intensidad según sean elecciones generales o elecciones autonómicas. Es la abstención diferenciada. En los comicios autonómicos, la abstención es de porcentajes elevados –hasta un 45, 51% en 1992- y siempre por encima del promedio resultante en las generales –y las municipales-. 

Ese abstencionismo siempre es más acusado que en las elecciones de cualquier otra comunidad autónoma. Los analistas dan dos interpretaciones: de una parte, quienes se abstienen representan, de modo muy heterogéneo, un estado de opinión indiferente o sin apego al sistema institucional constitucionalmente propio de Catalunya o bien, de otra parte, se siente ajenos a sus elementos de cada vez más particularistas. En general, eso es una abstención muy singularizada. 

Todas las vicisitudes vinculadas al 'procés' secesionista dan pie para sospechar que, cuando llegue la hora de votar el próximo día 12 de mayo, pueden sumarse los dos factores: abstenerse por rechazo o pasividad y abstenerse por falta de propuestas políticas que respondan a lo que quiere una buena parte del electorado. En esta circunstancia no solo se trataría de una carencia mayúscula de política con credibilidad sino de una grave quiebra institucional. Es predecible, semana tras semana, que los sonámbulos del 'procés' irán acercándose al bloqueo y a la consiguiente convocatoria electoral anticipada. 

Para no retroceder excesivamente en el tiempo, el último mandato completo lo ejerció José Montilla. Los gobiernos autonómicos siguientes no han cumplimentado los plazos de su mandato electoral. Más en concreto, se haría muy difícil demostrar que esos ejecutivos autonómicos hayan respondido en algún aspecto al mandato que les dieron los votantes. Pidieron confianza para no hacer nada o para saltarse la ley. Comenzó con los tripartitos y, a las puertas de las elecciones de mayo, la Generalitat está en mano de un ejecutivo de ERC considerablemente inactivo ante la sequía, el informe PISA sobre el sistema educativo, la inseguridad en las cárceles, los índices de delincuencia, la asistencia sanitaria y la inestabilidad.

Es así porque cuando un político se dedica a la demagogia siempre aparece otro que acaba superándole. Ahí están Junqueras y Puigdemont, dedicados únicamente a irse pisando los talones. Transcurridas las épocas de respetabilidad ni los políticos se respetan a sí mismos. Si las urnas del 12 de mayo constatan un bloqueo político inextricable, la política catalana se habrá convertido en una de esa esas carreras ilegales de coches de gama alta que arrancan al anochecer en algún polígono industrial.

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