Entierro
Albert Soler

Albert Soler

Periodista

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En Semana Santa, hablemos de la muerte

 Tras amputarle una pierna, a un parroquiano le comunicaron que debía enterrarla

Imagen de archivo de un entierro.

Imagen de archivo de un entierro. / Pixabay

A uno de los parroquianos del bar Cuéllar le falta una pierna, el bar Cuéllar se va pareciendo cada día más a una taberna marinera, aunque dudo que Isidoro, ese es su nombre, la perdiera persiguiendo una ballena blanca. Simpático donde los haya, nos hizo el otro día una demostración de cómo funciona su pierna ortopédica, la maneja con una app en el móvil según la quiera utilizar para correr, para andar, o para estarse parado, de pie y sin que se le doble. Me dieron hasta ganas de tener una.

(Inciso: aprovecho para reivindicar que debería haber un nombre para el que está falto de pierna. El que le falta un brazo es manco, ahí están Cervantes y Valle Inclán, pero el que no tiene pierna, no solo le falta un miembro, sino que encima le falta nombre, que es peor. Lo de cojo no vale, cojo lo puede ser cualquiera, hasta el que le aprietan los zapatos).

Lo curioso es que, tras amputarle la pierna, le comunicaron a Isidoro que debía enterrarla. No enterrarla con un pico y una pala en cualquier descampado, como sería lo bonito, sino oficialmente. Yo ya sabía por experiencia propia que ante la pérdida de un miembro de la familia, uno debe contactar con la empresa funeraria para llevar a cabo el funeral, pero ignoraba que debe hacerlo también por la pérdida de un miembro del cuerpo. Bien pensado, la cosa tiene su lógica: no vas a guardar la pierna en la nevera, junto a los yogures, para que un día tu señora piense que es de cordero y te la sirva para cenar hecha al horno, con sus patatas y todo. De esta, se hace uno vegano.

-Mil setecientos euros que me costó el entierro de la pierna- se lamentaba Isi.

Por animarle, repuse que tal vez le descuenten ese dinero en su entierro. Al fin y al cabo, la pierna ya llevará tiempo criando malvas, lo lógico es que no le cobren el entierro de todo el cuerpo cuando le llegue la hora.

-Tómatelo como si te estuvieran enterrando a plazos, hombre. Hoy una pierna, mañana un brazo, y cuando te toque del todo, ya estará todo pagado- insistí.

Pareció animarse un poquito, no mucho. Por no hurgar en sus sentimientos, me abstuve de preguntarle si al entierro de la pierna había asistido mucha gente o solamente los más allegados, es decir, la otra pierna. También ignoro si imprimió recordatorios funerarios con un verso de Martí i Pol, espero que no, eso no hay pierna que lo merezca, por mala que haya sido en vida. Personalmente, si alguna vez me hallo en la tesitura, me limitaré a escribirle a mi difunta pierna unas palabras de agradecimiento tipo “Sin ti, el camino se hace más difícil”. Ella lo entenderá, allá donde esté.

Ahora que sé el valor que tiene una pierna amputada -o un brazo, o incluso un miembro viril, que como su nombre indica es también miembro de pleno derecho-, quiero creer que en el hospital no se limitan a dársela a uno en una bolsa, junto al alta sanitaria, la cartera, el reloj y adiós muy buenas. Una pierna tiene sentimientos, su antiguo dueño espera unas palabras de consuelo, que aunque suenen a tópico son siempre de agradecer: su pierna, nunca se quejó, la recordaremos por su alegría, todas las enfermeras querían estar con ella, cosas así. No ha de faltar el cursi que asegure que, a partir de ahora, habrá una estrella más en el cielo, eso va incluido en todo fallecimiento.

Para los creyentes, la situación se complica, y no solo porque van a tener que celebrar una misa por esa pierna que no volverá a andar, con responso incluido, sino por cuestiones más metafísicas: ¿van las piernas al cielo, en el supuesto de que estén libres de pecado? ¿O esperan en el purgatorio a que llegue el resto del cuerpo? ¿Cuántas piernas están esperando al juicio final en una situación cuando menos incómoda? He ahí un tema a tratar sin demora por el flamante obispo de Girona.

Sea como sea, es por una pierna cuando cobran pleno sentido las palabras “descanse en paz”.

Suscríbete para seguir leyendo