Director de EL PERIÓDICO
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
El embrollo de la amnistía
Todo lo que toca Puigdemont se convierte en un embrollo. Y todo lo que toca Sánchez se resuelve por los pelos en el último minuto. Así que estamos en pleno embrollo de la ley de amnistía, a la que le han dado tantas vueltas que antes de aprobarse ya puede ser objeto de enmienda de los jueces o de debate en el Consejo de Europa vía la Comisión de Venecia. Los embrollos de Puigdemont tienen siempre un final incierto. No den por hecho, por lo tanto, que al final vote a favor de la ley el próximo jueves. Empieza a encontrarle gusto a tener la sensación de que tiene el futuro de España, no el de Catalunya, entre sus manos. Ahora que tiene enredado en su tela de araña al PSOE igual pretende tejer otra para el PP que es quien puede asegurarle el control de la judicatura que Sánchez ya hemos visto que no tiene. Aplazar o abortar la amnistía podría ser el primer paso de una espiral de inestabilidad que deje agónico al Gobierno como resultado de un cóctel formado por el 'caso Koldo', que el PNV y el PSOE no sumen mayoría en el País Vasco, una derrota sonada en las elecciones europeas y una prórroga de los Presupuestos. Argucias monclovitas como la ridícula filtración sesgada del dictamen de la Comisión de Venecia no sirven para nada si se trata de detener esa espiral.
La única manera de salir, por ahora, de este embrollo es aprobar la ley de amnistía tal y como está, como reclama hoy el president Aragonès en la entrevista en EL PERIÓDICO. La política catalana se aleja cada día un poco más de los embrollos de Puigdemont. “Prometer poco, y cumplirlo todo” señala el presidente. En las antípodas, en el método que no en el objetivo, del “hacer efectivo el mandato del 1-O” que sigue predicando el MHP Puigdemont como dicen sus incondicionales que hay que llamarle. O de la apuesta por la prosperidad de Illa. Lo más sorprendente es que la principal víctima de los embrollos de Puigdemont, su partido, no haga nada por liberarse aún guardándole todo el respeto que les merece.
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