Décima avenida

Turistas y viajeros en la plaza de España de Sevilla

La industria del turismo masivo uniformiza la experiencia de viajar, creando parques temáticos idénticos en los que fotografiarse y consumir

Cruceros y turistas en el puerto de Barcelona

Cruceros y turistas en el puerto de Barcelona / MANU MITRU

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

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Todos tenemos un trauma turístico, un lugar arruinado y asolado por la sobreexplotación y el ansia de negocio del que quisimos huir nada más pisarlo. El mío es el famoso Lago Azul de Malta, en la pequeña isla de Comino, entre las islas de Malta y Gozo. Se trata de una pequeña bahía de aguas cristalinas de aspecto paradisiaco al que se accede por barco. Cuando lo visité (no creo que haya cambiado mucho) el lugar está abarrotado de turistas, que se acomodaban en tumbonas y sombrillas de alquiler que no dejaban ni un centímetro libre o en las zonas rocosas que rodeaban el mar, uno junto al otro, casi tocándose. En los pocos espacios libres se alzaban chiringuitos que servían bebidas y comidas a precio de oro dotados de grandes altavoces que escupían música de baile (chumba, chumba) a todo volumen. El lago en sí, una hermosa bahía, estaba frecuentado como un vagón del metro a la vuelta del trabajo, donde era casi imposible nadar unas brazadas sin chocar con algún turista.

Escribo turista, como si no fuera eso lo que yo fui en el Lago Azul aquel día, un turista. Cuando hablamos del turismo y de su impacto en nuestras ciudades, pueblos, costas y montes, siempre nos ponemos en el papel del otro. Los turistas siempre son ellos, nosotros nos consideramos, a lo sumo, viajeros, a pesar de que nuestra mera presencia convierte al entorno de la torre de Pisa en un circo (esas fotos sosteniendo de forma figurada la torre), Venecia en un parque temático y la plaza de España de Sevilla en un lugar a preservar mediante un peaje. Esta es una de las muchas implicaciones de la propuesta del alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, de cerrar el conjunto monumental de la plaza de España y cobrar una entrada a los turistas que la visiten: cualquiera que no viva en la ciudad o la provincia será considerado un turista, aunque no pasee en bermudas, sandalias, gorra y la cámara de fotos colgando del cuello.

La negación a aceptar la propia condición de turista es una de las muchas hipocresías vinculadas al turismo. La crítica a los turistas por impulsar la gentrificación y ser parte esencial de un modelo económico extractivo y, al mismo tiempo, beneficiarse de ello sería otra. Barcelona es un ejemplo especialmente contradictorio: cuantos más decibelios alcanza la crítica a los turistas, más ingresos dejan en la ciudad. Cuando se oye a un barcelonés criticar la gestión con el turismo no se sabe si quiere limitar la entrada de visitantes o exige más licencias de piso turístico. La realidad es que nadie quiere imaginarse qué sería de Barcelona, Catalunya y España sin una economía enfocada al turismo.

Tan enfocados están que en Sevilla se habla de peajes para entrar en el espacio público, pero la Junta de Andalucía se niega a aplicar la tasa turística, no sea que los turistas se molesten (nos molestemos). Los peajes puntuales, al parecer, son mejores que los impuestos. En el resto de Europa, como bien saben quienes de vacaciones se convierten en turistas aunque sea a su pesar, se paga bastante y por casi todo; tasas turísticas por noche, transporte público sin bonificaciones, entradas en monumentos, lugares emblemáticos, museos... Por entrar a parques y plazas no se estila, aunque a la Laguna Azul, por ejemplo, se pagaba por el acceso en el ferry, única forma de disfrutar de aquella experiencia tan traumática.

La necesidad de regulación del turismo y de sus efectos en nuestro entorno es evidente. La tasa turística es una herramienta no solo de redistribución de la riqueza que aportan los turistas, sino de compensación de los efectos más perniciosos. Pero el sector, entendido en su sentido más amplio, debería también reflexionar sobre qué experiencia le ofrece a los visitantes. ¿Hay alguien que le guste el chumba chumba en un lugar paradisiaco? ¿Los ‘suvenirs’ tienen que ser tan horteras? ¿De verdad hay quien compra las camisetas ‘Alguien que me quiere mucho me ha traído esta camiseta de...'?

De la misma forma que los turistas debemos entender que no somos viajeros y que, cuando viajamos, nos convertimos en aquello que muchos en casa deploran, la economía vinculada al turismo igual debería empezar a tratar a los turistas como viajeros. Porque lo que ofrece hoy la industria es el mismo parque temático en decenas de destinos. Y yo, a la Laguna Azul, no vuelvo, pero a la encantadora isla de Gozo, sí. 

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