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La Barcelona Mobile

Más allá de su impacto económico directo, el estímulo al sector innovador local es el gran éxito del MWC 

Últimos preparativos antes del inicio del MWC.

Últimos preparativos antes del inicio del MWC. / Nacho Doce

El congreso mundial de la organización que agrupa a las grandes compañías de telecomunicaciones del mundo, la GSMA, aterrizó hace 18 años en Barcelona. Ni el móvil era entonces el dispositivo central de la conectividad de personas y servicios en que se ha convertido, ni el 3GSM Congress había alcanzado el nivel de acontecimiento mundial y transversal que tiene actualmente. También las ciudades que lo han seguido acogiendo año tras año, Barcelona y L’Hospitalet, han vivido a lo largo de estas ya casi dos décadas una serie de transformaciones en las que la presencia del Mobile ha sido un factor de estímulo innegable.

El MWC24 abre hoy sus puertas con el reto de quedarse a un paso de llegar a los 100.000 asistentes. Que precisamente en un sector como el de las comunicaciones un acontecimiento presencial mantenga esta capacidad de atracción es una señal halagüeña para el presente y el futuro de una institución como la Fira de Barcelona, que ha crecido paralelamente a lo largo de estos años en capacidad de acoger grandes eventos de este nivel y de seguir ampliando sus instalaciones para mantener su competitividad en la creación, captación y mantenimiento de grandes encuentros de los más diversos sectores empresariales y profesionales.

La GSMA define el MWC Barcelona como «el lugar para relacionarse y cerrar acuerdos para la industria del móvil, descubrir las innovaciones del futuro y escuchar a los líderes de la industria». Y en la edición de este año lo seguirá siendo en un sentido cada vez más amplio: con la digitalización convertida en un elemento transversal de cada uno de los sectores económicos y con una ampliación de su campo que apunta a ir mucho más allá del smartphone. Con la irrupción de la inteligencia artificial se siguen abriendo fronteras que van mucho más allá del incremento de la rapidez y capacidad de las redes o de la creación de nuevos dispositivos o aplicaciones.

A lo largo de estos 18 años de éxito no ha dejado de haber dificultades (cantos de sirena desde otras capitales, instituciones que expresaban su recelo a los «grandes acontecimientos», la suspensión por el coronavirus en 2020, cuando muchos aún no habían asumido el calibre de la crisis sanitaria que se avecinaba). Todas ellas se han superado más que con holgura, con un MWC que incorpora el nombre de la ciudad en su marca, que ha garantizado su presencia hasta 2030, con una colaboración público-privada sin fisuras y que ha mostrado su capacidad de fertilizar el tejido innovador local más allá de la aportación que supone a los diversos sectores vinculados estrechamente al turismo y la actividad de ferias y congresos.

Porque este es el gran legado del MWC, que se hace sentir durante los 365 días del año y no solo durante una semana de actividad frenética como la que empieza hoy. La cita ha sido un escaparate para mostrar la ciudad como un entorno atractivo para empresas de todo el mundo, que se han decidido a instalar en ella centros de innovación o a desarrollar proyectos piloto en cooperación con socios locales. Y la presencia del Mobile ha sido una oportunidad para que las start-ups locales o las iniciativas del ecosistema innovador, científico y académico crezcan en un entorno favorable, conectadas en primer fila al futuro.