La hoguera

Parálisis cerebral y cortesía

 Tratar con compasión a otro es la base de la crueldad y la soledad.

Tiktok de Inusu_al

Tiktok de Inusu_al / Tiktok

Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

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Me pasan el TikTok de una chavala con parálisis cerebral, de nombre Inés, con la que te partes de risa. Es guapísima, no sé si canaria por el acento. Cualquiera dice nada: igual me suena a mí canaria por la parálisis cerebral y se enfadan los canarios, o igual se enfada ella porque odia a los canarios. El caso es que a mí me parece que es canaria con su acento suave, que le va al pelo a su ironía. Trabaja de logopeda y vive en Vitoria, o vivía allí hasta hace poco, porque un día compró papel higiénico en el Lidl y se dio cuenta de que no tiene amigos. A falta de amigos tiene seguidores de TikTok. No es lo mismo, pero en esto no se distingue de otras personas de su edad. El caso: es una de esas personas con problemas cerebrales que nos recuerdan, con su mera presencia, que tratar con compasión a otro es la base de la crueldad y la soledad.

La pauta había sido tirar a esa gente al estercolero. Meterlos en asilos. Juntar al tonto, al tarado, al chiflado, al lisiado y al que simplemente tartamudea. Hace muchos años de esto, luego vino el principio de la integración, con sus luces y sus sombras, y ahora estamos en la corrección política. Vengo a decir que tenemos que salir de la corrección política e ir a lo siguiente. La corrección política es una apisonadora contra la espontaneidad. Yo veo a Inés y me imagino siendo amigo suyo, es decir, diciéndole burradas y recibiendo las suyas. Esto me lo enseñó Rubén, un amigo de Parla, que rompió el hielo con un chico en silla de ruedas con el que compartimos la carrera, de nombre Carlos, y al que nadie sabía muy bien cómo tratar. La respuesta de Rubén fue: a pescozones, como al resto. A Carlos nunca le habían tratado igual, y nosotros nunca habíamos tenido un amigo en silla de ruedas con el que entrar gratis a las discotecas.

Tengo otro amigo con parálisis cerebral, Adolfo Belmonte Rueda. En su silla mecánica, Adolfo se mueve como un bebé o un pollo y esto es lo primero que te llama la atención, pero luego lo conoces y es una de las personas más cultas, agudas y divertidas con las que puedes estar, aunque cuando bebe se pone cariñoso. Me acordaba de él estos días con los vídeos de Inés. Otros están peor y no se mueven de su cuarto, pero alguna gente sólo necesita rampas y plazas fijas en el autobús, y amigos, igual que el resto. A nadie le integra el estandarizado exceso de cortesía. Tan paralizante puede ser una falta de oxígeno al nacer como la compasión para toda la vida.

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