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La realidad (gallega) se impone

Si caben lecturas en clave española, lo cierto es que Feijóo ha salido mucho mejor parado que Sánchez

El PP revalida la hegemonía en Galicia frente al crecimiento del BNG y el descalabro del PSOE

El candidato del PP gallego para las elecciones autonómicas, Alfonso Rueda, saluda tras confirmarse la victoria de su partido.

El candidato del PP gallego para las elecciones autonómicas, Alfonso Rueda, saluda tras confirmarse la victoria de su partido. / Miquel Riopa

No es descartable que algunos electores gallegos estuvieran cansados de las políticas del Partido Popular tras 16 años ininterrumpidos de mayorías absolutas. Pero era muy difícil que ese presunto cansancio comportara un vuelco a favor del Bloque Nacionalista Gallego (BNG), que ha sido la única formación que ha hecho oposición durante los últimos cuatro años y que llegó a los comicios de ayer con posibilidades de arrebatarle la presidencia a Alfonso Rueda, sucesor de Alberto Núñez Feijóo. Por mucho que la izquierda mediática española se autosugestione campaña electoral tras campaña electoral con los augurios del CIS de José Félix Tezanos, la realidad acaba imponiéndose y el PP, que no había tenido ningún descalabro importante en estos últimos cuatro años, presentó un candidato sólido y ha satisfecho a sus votantes más fieles con una defensa tranquila de la identidad gallega sin confrontarla en ningún momento con la española. Frente a esa política, el BNG ha catalizado el descontento, sobre todo en las áreas urbanas más preocupadas por la calidad de los servicios públicos, pero sigue teniendo fronteras de voto infranqueable por la radicalidad de su programa tanto en lo social como en lo nacional, a pesar del talante tranquilo de su candidata, Ana Pontón. El resto de la izquierda ha vivido un auténtico desastre, con el peor resultado de la historia del Partido Socialista de Galicia, que no ha hecho ninguna oposición seria sino que ha ido cambiando de candidato. Mientras, el cainismo entre Sumar y Podemos ha seguido empequeñeciendo su representación institucional. La realidad gallega se ha impuesto en estas elecciones.

Tal como ha discurrido la campaña, es inevitable hacer también una lectura en clave española. Las cosas le han ido mucho mejor a Feijóo que a Pedro Sánchez. Feijóo ha pasado lo que muchos, incluso en su propio partido, consideraban que era una reválida. El resultado en Galicia diluye cualquier intento de cuestionar su liderazgo en Génova, lo refuerza para seguir con la oposición a Sánchez por la amnistía –especialmente tras la revelación de sus escarceos con Junts– y le permite seguir su estrategia de ignorar a Vox, que no ha sido capaz de obtener representación. Todo lo contrario de lo que le ha ocurrido a Pedro Sánchez que, con su política de bloques, ha cedido todo el protagonismo de estas elecciones a su socio en Galicia, lo cual ha hundido al PSOE en el Parlamento gallego, y ha conseguido que su propio partido y quien le acompaña en el gobierno en Madrid se lleven un sonoro batacazo. Con este resultado, el PP está en disposición de intensificar el estilo de oposición de estos últimos meses con el objetivo de asestar un nuevo golpe en las elecciones europeas de junio.

Hay, con todo, una lectura aún más interesante de estos resultados en clave nacional. El PP triunfa allí donde es capaz de integrar en su política el respeto a la diversidad territorial generando un espacio político que noquea a la extrema derecha y ahuyenta del centro político a los socialistas. El PSOE, por su parte, se desdibuja cuando es incapaz de liderar la alternativa al PP combinando la defensa de los intereses territoriales con un proyecto sólido de España que los integre no solo cuando son necesarios los votos de unos determinados partidos. Pero estas conclusiones más sutiles no despiertan tanto interés.