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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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La revuelta de los tractores

Para frenar el ascenso de la extrema derecha en las elecciones de junio, la Comisión de Bruselas y los gobiernos suavizan parte de la nueva normativa verde

Von der Leyen retira la ley para reducir a la mitad el uso de pesticidas ante las protestas agrarias

¿Qué pasa con los agricultores en España? Los motivos de las protestas

Corte de carreteras por parte de payeses y tractores en la A-2, a la altura de Fondarella

Corte de carreteras por parte de payeses y tractores en la A-2, a la altura de Fondarella

Hace casi 200 años Marx dijo que el fantasma del comunismo recorría Europa, pero este invierno son los tractores de los agricultores los que han ocupado Europa. Primero Alemania, luego Francia, contra Macron, y esta semana España. Pero en todas partes la rebelión apunta a Bruselas. ¿Qué está pasando?

Hay en Europa un difuso malestar. Parte de la población cree que hay demasiados emigrantes. Por eso Meloni gobierna Italia y la extrema derecha de Wilders ganó en noviembre las elecciones holandesas. Pero es un problema insoluble, porque la vieja Europa necesita Inmigrantes. Con reglas, por supuesto. Pero eso es tan fácil de predicar como complejo de aplicar porque cuesta poner puertas al campo, al Mediterráneo. La extrema derecha proclama que tiene la solución y acusa a la derecha democrática y a la socialdemocracia, los partidos que gobiernan. Fuera del poder todo es posible, pero Meloni ya ha tenido que asumir que en Italia hubo más inmigrantes en 2023 que antes que ella llegara al poder. España, peleándose por la amnistía, aún percibe poco el fuerte aumento en Canarias de inmigrantes y menores no acompañados, que luego hay que repartir.

Hay también malestar porque, pese a que la pandemia y la guerra de Ucrania se han superado mejor de lo previsto -y el paro es bajo-, la inflación y el escaso crecimiento han castigado el nivel de vida. Y los malos vuelven a ser los que gobiernan.

En este clima, las nuevas reglamentaciones que obligan a la agricultura europea a combatir más el cambio climático -reducción de ayudas a los combustibles, prohibición de pesticidas, aumento de tierras en barbecho, burocracia creciente para cobrar las ayudas- han irritado a los agricultores, que han exhibido sus tractores en la calle. Además, se movilizan contra las importaciones de terceros países que consideran competencia desleal, porque entran en la UE sin cumplir las normas comunitarias. Por eso son más baratos y tiran a la baja el precio de los productos europeos. Y el antagonismo campo-ciudad está ahí. Recuerden la revuelta en Francia de los chalecos amarillos.

Hay en Europa un difuso malestar contra la emigración, las normas contra el cambio climático y la erosión del nivel de vida que responsabiliza a Bruselas y que amenaza también con castigar a todos los partidos de gobierno

Con elecciones europeas en junio, la protesta de los agricultores puede a dopar el voto a la extrema derecha, que culpa a los partidos tradicionales -y a Bruselas y la globalización- de todos los males y de sectarismo en la lucha contra el cambio climático. Ningún Gobierno ni Bruselas se lo pueden permitir. Y la reacción ha sido 'arreglar' una pausa en la lucha contra el cambio climático en la agricultura y frenar el acuerdo con Mercosur, que habría aumentado las importaciones de productos agrícolas. Y los agricultores alemanes y los franceses (la soberanía alimentaria forma parte del acervo cultural francés) ya han retirado los tractores, pero solo tras que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, que quiere ser designada candidata del PPE para un nuevo mandato, suavizará parte del pacto verde europeo. Luego, la nueva Comisión -fruto del nuevo Parlamento- decidirá.

Y falta ver qué pasa con los agricultores españoles, que se han sumado con retraso a la protesta con demandas unas más razonables que otras. Por ejemplo, que la sequía no afecte a la agricultura catalana es algo que Aragonès y Mascort, el conseller de Agricultura (perdón Accio Climática, Alimentació i Agenda Rural) es difícil que, sin poderes sobrenaturales, puedan cumplir.

A medio plazo, la ecuación es endemoniada. La UE ya destina la tercera parte de su presupuesto a subvencionar la agricultura. No se debe abandonar la lucha contra el cambio climático, pero no se podrá hacer pagar a los agricultores. Mas ayudas estatales implican más impuestos y menos dinero para la gente. Y limitar las importaciones tampoco es fácil. Europa no puede castigar a países como Marruecos. Además, esas importaciones moderan la inflación.

Europa deberá pagar más por luchar contra el cambio climático cuando genera menos emisiones que China o Estados Unidos. Es la opción correcta, pero es cara. Y nadie quiere pagar. El desafío solo tiene -si las tiene- soluciones complejas con las que no es fácil ganar elecciones. Los gobiernos lo saben y lo temen. La extrema derecha lo quiere aprovechar. ¿Tendrán los electores la información y el equilibrio suficientes?

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