La espiral de la libreta

El ‘caso Dani Alves’, visto para sentencia

Sobre el consentimiento, el deseo y el marco del ‘solo sí es sí’

Dani Alves durante el juicio en el que está acusado de agresión sexual.

Dani Alves durante el juicio en el que está acusado de agresión sexual. / Europa Press

Olga Merino

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Solo Dani Alves y la mujer de 23 años que lo ha denunciado por presunta violación saben qué ocurrió exactamente, segundo a segundo, durante los 15 minutos que permanecieron en el lavabo del reservado a puerta cerrada. Ya saben, el desagradable episodio sucedido la noche del 30 de diciembre de 2022 en la discoteca Sutton de la calle Tuset. Uno de los dos miente, y eso es lo que deberán dilucidar los magistrados de la Audiencia Provincial de Barcelona después de que el juicio quedase visto para sentencia el pasado miércoles.

Por de pronto, el futbolista brasileño, en prisión preventiva desde el 20 de enero de 2023, lo tiene crudo. Desde que ocurrieron los hechos, ha ofrecido tres versiones distintas, llegando a sostener al principio que no había visto a la chica en su vida, frente al relato coherente de la víctima, sin apenas fisuras. Tan peliagudo lo tiene Alves que su defensa se lo ha jugado todo a la tesis de la borrachera, confiando en que el atenuante alcohólico rebaje la condena a la mínima pena posible. De ahí que la última de las sesiones se centrara más en la ingesta etílica del agresor y sus amigos que en la posible violación de una mujer.

A la espera del veredicto de la Audiencia (se prevé en cosa de un mes, antes de Semana Santa), quisiera subrayar dos frases pronunciadas durante la vista. La primera, la dijo Ester García, la abogada de la denunciante: «Me da igual que ella estuviera ‘perreando’ o que le pusiera las nalgas; cuando ella dijo ‘no’, es ‘no’. Y precisamente por eso se cambió la ley». La segunda, la recordó un trabajador del Sutton, quien aseguró haberla oído la noche de autos a la salida de la discoteca: «[la chica] Sabía adónde iba, pero después se arrepintió». Dos aseveraciones que vuelven a poner sobre el tapete el asunto complejísimo del consentimiento.

Sexo y poder

A este respecto, alabo la valentía y el interés de las tesis de la filósofa Carla Serra Sánchez en su disertación ‘El sentido del consentir’ (Anagrama). Aun admitiendo que el consentimiento es «irrenunciable», porque de él depende la delimitación entre el sexo y la violencia, la investigadora arguye que el concepto no es tan sencillo como lo pintan ni representa una varita mágica para solventar todos los casos. ¿Se pueden comprimir las relaciones sexuales en un contrato mercantil diáfano y transparente? El deseo, imbricado de sombras, grises y quizás, no puede ser iluminado desde la ley; a veces, es un adentrarse «en terreno desconocido».

Alega Serra que si se acepta que el sexo heterosexual es tan desigual, tan desequilibrado y violento, implicaría una coacción continua a la mujer que, por tanto, invalidaría el consentimiento: nunca podría decir que ‘no’; la infantiliza. La filósofa arroja luz sobre el cambio de paradigma que está suponiendo la asunción del ‘solo si es sí’ y el abandono del ‘no es no’, marco en el que la mujer sí podría expresar su voluntad, e invita a una reflexión más pausada en una cuestión hasta hora secuestrada por el bronco debate político.

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