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Martí Saballs Pons

Martí Saballs Pons

Director de Información Económica de Prensa Ibérica.

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Un serio aviso a la burocracia europea

No se trata de poner en duda la Unión Europea, que representa a un escaso 6% de la población mundial, sino de corregir sus excesos

¿Qué pasa con los agricultores en España? Los motivos de las protestas

La UE retira el plan de reducir un 50% los pesticidas ante las protestas del sector agrícola

Los agricultores protestan en Bruselas durante la cumbre europea

Los agricultores protestan en Bruselas durante la cumbre europea / Hatim Kaghat / DPA / EUROPA PRESS

El mejor invento político desde el fin de la segunda guerra mundial, la integración europea, está sufriendo una gripe de muy complicada cura. El diagnóstico es abrumador por parte de empresas de cualquier sector, desde negocios agrícolas a energéticos. Un exceso de papeleo burocrático en nombre de directivas que se ejecutan de arriba abajo y que acaban llegando al ciudadano a través de instancias nacionales, estatales, provinciales y locales, que caen en la redundancia y la complejidad. 

Del entramado normativo que rodea a Bruselas y sus círculos concéntricos se han beneficiado dinosaurios de la política que cobran sus mejores salarios como profesionales de la cosa, grupos de presión diversos y abogados especialistas en el entramado bruselense, que se representan a ellos o a quienes les contratan. A estas horas, basta con realizar una breve encuesta para saber que el ciudadano medio ni distingue ni entiende el funcionamiento de las instituciones, tanta comisión y comisario, rodeados como están, de un armazón de funcionarios en sus torres de marfil.

No se trata de poner en duda la Unión Europea, que representa a un escaso 6% de la población mundial, sino de corregir sus excesos. Tampoco se trata de caer en la trampa de que este es un continente museo que ha perdido totalmente la guerra contra las innovaciones tecnológicas procedentes de Estados Unidos y Asia. No tenemos Microsoft, Apple, Nvidia, Amazon , Google o Meta; pero Europa sigue siendo un caladero de grandísimas empresas en sectores muy diversos. De la industria del lujo francesa e italiana a la industria clásica alemana. Europa está repleta de pymes líderes. También en España. La singularidad económica y social europea es innegable. Tiene sus activos.

La pandemia sirvió para relanzar una Unión que sufría la crisis del Brexit y el peso, cada vez mayor, de los partidos radicales de las extremas derechas y extremas izquierdas en su Parlamento. El lanzamiento de los fondos europeos y de una clara estrategia (bautizada como verde y digital) para dar un salto adelante fue un impulso que, con el paso del tiempo, va pedaleando. Tras el covid19, la invasión de Ucrania y el papel militar subsidiario de la Unión respecto a EEUU ha vuelto a relucir. Otro problema. La gripe europea puede empeorar en las elecciones de principios de junio. Los partidos antieuropeístas podrían seguir ganando peso. Sería la mejor noticia para Vladimir Putin y, a la espera de lo que ocurra el 5 de noviembre en EEUU, para Donald Trump.

Las protestas y manifestaciones realizadas por el sector agrícola de este mes reflejan solo la punta del iceberg de un descontento que ya es transversal sectorialmente y transfronterizo. Una crítica contundente a un sistema normativo que se mira a su ombligo. La gripe regulatoria y el leviatán burocrático, obstaculizador para crecer, en que se ha convertido la UE debe corregirse. Los enemigos ansían su autodestrucción.Queda poco margen para evitarlo.

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