Feijóo se la juega en casa
Los socialistas son la tercera fuerza política en Galicia y si, por casualidad, pueden encumbrar a los nacionalistas del BNG al poder serán felices porque el PP entraría en modo crisis
Joan López Alegre
Periodista y exdiputado en el Parlament
Periodista y exdiputado en el Parlament
Nada tendría que impedir al PP gallego revalidar su mayoría absoluta, pero el trago amargo de julio del año pasado cuando Feijóo ya tenía la mudanza a Moncloa contratada hace que en Génova, 13 no las tengan todas consigo.
El PP ha ganado las 11 elecciones autonómicas gallegas, ocho de ellas con mayoría absoluta. Feijóo no es el candidato, pero sí quien se la juega, más que Pedro Sánchez. Los socialistas son la tercera fuerza política en Galicia y si, por casualidad, pueden encumbrar a los nacionalistas del BNG al poder serán felices porque el PP entraría en modo crisis. En Moncloa creen que el naufragio en la votación de la amnistía puede permitirles hacer el relato de que no han cedido a las pretensiones de Junts y ayudarles en la cita gallega.
Galicia es el alma del PP. Su fundador, Fraga, obtuvo en Galicia el apoyo electoral que le negaron los españoles. Rajoy, su último presidente de gobierno es gallego y el que ahora aspira a serlo, Feijóo, también.
Los muy cafeteros a la derecha atacan al PP gallego acusándolo de protonacionalista por su defensa de la cultura y la lengua gallega, pero se equivocan. La diferencia entre el galleguismo que defiende el PP y el nacionalismo vasco o catalán es que el modelo que en su día impulsó Fraga, y que Feijóo y Rueda han hecho suyo, no es antiespañol. El de los nacionalistas vascos y catalanes, sí.
En 1980, cuando Fraga había fracasado frente a Suárez y Felipe González en las dos primeras elecciones democráticas, los populares ganaron, contra pronóstico, las primeras elecciones autonómicas gallegas. Casi medio siglo más tarde la izquierda solo ha gobernado en Galicia dos veces: la primera, por una traición en el PP; y la segunda, en 2005, porque a un Fraga en modo Biden le falto un diputado para la mayoría absoluta.
La izquierda sabe que no puede ganar, pero, por si acaso, no retomará la negociación de la amnistía hasta que haya pasado la cita con las urnas y se encomienda al apóstol Santiago a ver si obra un milagro parecido al que logro Sánchez en julio del año pasado.
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